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El Telégrafo

El mito de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el Ecuador

13 de diciembre de 2012

Asistí a una interesante presentación de los resultados de un estudio hecho acerca de la percepción de los ecuatorianos sobre las empresas que hacen Responsabilidad Social  (RSE) en el país. Las conclusiones de esta investigación me inducen a pensar lo siguiente: a) Muy poca gente encuestada tenía una idea clara de lo que es RSE; b) Tan pronto les mencionaron  generalidades sobre RSE, muchos se volvieron eruditos en la materia, más por estar en la moda que por convicción; y 3) Muy pocas empresas practican realmente RSE en el Ecuador. Todavía está por verse si la célebre frase: “Es rentable ser socialmente responsable” es una verdad o solamente el cliché de una campaña publicitaria.

Veamos la realidad. Para tener éxito en los negocios y ser sustentables, las compañías tienen que ganar dinero. Pero hay que entender que la rentabilidad es un motivador y no el objetivo por sí mismo. Como ingeniero químico e industrial, nunca he dudado que proveer energía o metales a la gente es útil también a toda la sociedad en su conjunto. El mundo moderno depende de energía y metales para casi todo, desde alimentos, alumbrado, así como para comodidad y transporte. Pero el uso de estos recursos debe permitir un desarrollo sustentable, que es aquel que al cubrir las necesidades presentes no comprometa la habilidad de las próximas generaciones para cubrir sus propias necesidades. Esta es una brillante definición, lanzada en 1987 por la Comisión Brundtland de las Naciones Unidas  en su reporte “Nuestro futuro común”; y no es un concepto estático sino que obliga a que si esta generación está usando recursos finitos o parte de nuestro capital natural, la única manera que sea sostenible en el futuro es que nosotros los convirtamos ahora en otras formas de capital -incrementar la capacidad y talento humano mediante educación e infraestructura-.

Sin embargo, el desarrollo no ha sido parejo en los diferentes países y el nuestro es uno de los desafortunados con un notable retraso. Es por eso que desarrollo sustentable y responsabilidad social empresarial tienen otro significado para nosotros y no pueden ser aplicados  de la misma manera que en otras partes de este mundo globalizado. Santo Tomás de Aquino dijo: “Opus justitae pax” -el trabajo por la justicia es la paz-. Sería injusto que a nuestros países les pongan una camisa de fuerza al potencial desarrollo por proteger la sostenibilidad. Es por eso que en nuestro país y otros en este continente, buscamos que se trabaje por la justicia para obtener la paz y el progreso necesarios, pues tenemos que aceptar que hay una muy estrecha relación entre justicia social y responsabilidad social.

En los años sesenta fuimos testigos del involucramiento de la corporación ITT en la política de por lo menos un país en desarrollo, así como de las actividades de la United Fruit que dieron lugar al epíteto “banana republic” con el que se nos describía despectivamente. Desde hace algunos años, sin embargo, las transnacionales  evitan entrometerse directamente en la política de los países donde operan. Para ellos, explotar una muy rentable industria extractiva y limitarse a pagar impuestos es suficiente para satisfacer la responsabilidad social en su entorno. ¿Pero qué tal si en dichos países esos dineros no llegan al pueblo por exceso de corrupción en sus gobiernos? Dibujar una línea de responsabilidad es muy difícil, pues continuamente nos preguntamos: ¿Por qué ignoran los empresarios, locales y transnacionales, los evidentes signos de corrupción de autoridades con las que operan? No se dan cuenta de que es lo mismo que si alguien que paga un pasaje para viajar en bote se niegue achicar agua, pues esa no es su responsabilidad, sino la del  incapaz capitán que lo hunde.

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