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El Telégrafo

El medioevo

25 de mayo de 2012

Anton Chekhov pedía que no le digan que la Luna brillaba, sino que le muestren el fulgor de la luz sobre los cristales rotos. Esa palabra hecha imagen que no explica, sino que transporta. Esa, la verdadera literatura que estremece y apasiona. No hay imagen, no hay sonido que pueda llevarnos tan vívidamente a la mente de su creador. Tomen a Miguel Macías Carmigniani, por ejemplo. Ayer leí su columna y fui transportado al medioevo.

Fue interesante porque en cualquier momento esperaba que ponga el lugar, fecha y hora para el auto de fe. Entre la “repugnancia” que le causaba ver a todos estos “anormales” llamados homosexuales y transexuales caminar de la mano -aceptado esto a “regañadientes” por la sociedad- leí también algo sobre una hoguera y los pecados de los herejes impenitentes. Puede que exista un poco de licencia poética mía en esta última parte. Pero uno no puede más que agazaparse ante esta crítica jurídico-moralista sobre la orientación sexual y lo que la lex natura dicta en estos casos.

Hace alusión al Reverendo Padre Paulino Toral (me exhorta a usar la R y la P mayúscula) y sobre cómo se debe calificar a la homosexualidad: un estado síquico anormal. En este punto tendré que discrepar. Verán, en mi punto de vista, los Reverendos Padres no hacen buenos Psicólogos Clínicos. Me parece que carecen de rigor académico. Y este Reverendo Padre en particular, creo que, además, no hace un buen Reverendo Padre. Dios nos llama a amarlo a Él, primero, y al prójimo después; no a juzgar al prójimo primero e insultarlo después.  Parece que reprobó esa clase del catecismo.

Y luego está todo el rollo ese de separar a la Iglesia del Estado. Es decir, Dios no nos obliga a hacer nada. No entiendo, entonces, por qué el señor Macías Carmigniani anda obligando al Estado a pensar como él. Y pensar como él significa, según lo leído, que el Estado solo debe proteger tus derechos civiles si eres varón-varón y dama-dama. El resto de anormales: a la paila. Como lo dice la Biblia. Justo en esa parte en la también habla de los unicornios y los dragones.

A lo mejor el problema de nuestra ultraconservadora sociedad es que nos hemos olvidado, precisamente, de lo que dice la Biblia y nos dejamos llevar por el puritanismo ceremonial y el misticismo dominguero.

Nos olvidamos del Sola Scriptura de Lutero. Aquella en la que Pedro nos recuerda que toda autoridad es puesta por Dios y debemos someternos a ella (y Pedro lo dijo mientras Nerón estaba persiguiéndolos con una antorcha). O toda esa parte en la que Juan nos habla sobre un Verbo hecho carne y ese Verbo siendo amor. O cuando Jesús buscaba a la oveja descarriada y no a los 99 justos que no tenían la necesidad de convertirse.

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