Ya estamos a mitad del primer mes del año, pero aún queda mucho de 2012 por delante, por ello, mantenemos las expectativas sobre lo que traerá esta nueva etapa, realizando promesas, elaborando planes y deseando que este período sea mejor que el anterior; sobre todo si el camino que dejamos atrás ha estado sembrado de calamidades y dolores, nuestra normal actitud es tratar de superar lo vivido y dar un giro buscando bienestar y felicidad.
Pero las cosas son mucho más complejas de lo que a primera vista pueden parecer, y no basta con nuestro deseo ni, muchas veces, con los esfuerzos que hagamos para mejorar nuestra situación, pues cada evento tiene un tiempo en nuestra vida, un lugar y unos actores determinados; estos tres elementos conforman una especie de coordenadas en la enigmática red de nuestro destino, y lo que nos sucede, inevitablemente, influye en otros seres, aunque aparentemente no tengan vínculos con nosotros.
Es como si lanzásemos una piedra sobre cualquier punto de una red, haciendo que hasta los extremos más lejanos de la misma se estremezcan. Así es el escenario de nuestra vida, una gran red o tejido donde el hilo que nos corresponde modifica la trayectoria del hilo que corresponde a otros, al entrecruzarse con ellos; este tejido lo estamos construyendo constantemente y cada puntada que damos nos acerca o separa de algo. Esta metáfora se ha utilizado desde la mitología griega con las tres Moiras que tejían los hilos del destino humano.
En este tejer y tejer, conocemos personas, nos alejamos de otras, entablamos nuevas amistades, conformamos familias, mejoramos o perjudicamos nuestra salud, creamos posibilidades de progreso y felicidad o labramos nuestra desdicha, etc. Se dice, a veces, que hay gente que nace con estrella y otras estrelladas, que unas tienen “buena espalda” y otras son “saladas”; todo depende de cómo el hilo de sus vidas los dirija, pues somos tejedores ciegos que no podemos prever dónde ponemos la aguja.
Es por esto que debemos recordar la importancia de la oración, pues solo Dios conoce perfectamente el tejido del destino y las consecuencias de cada decisión y de cada pensamiento, por lo cual nuestra actitud debería ser pedirle e
Él que guíe nuestras puntadas, para que dentro del tejido del destino nos ubique en las coordenadas exactas que conforman el momento, el lugar y las personas que traerán bienestar, paz y edificación a nuestra vida. Que Dios bendiga vuestra semana.