¡No más economía emergente, país tercermundista, pobre, subdesarrollado! Nombres despectivos, creados por los economistas, para agrupar a las naciones. Ya hemos abandonado con dignidad soberana esta condición, en democracia legítima, en estos últimos 6 años, que marcan el fin de esta etapa y el primer ciclo cumplido, de la RC, que rompió el paradigma de encasillar al Ecuador en este bloque de países.
Tenemos que lograr que los organismos que califican la corrupción del Ecuador justifiquen sus aseveraciones o corrijan sus indicadores. El daño causado afecta económicamente la inversión productiva y turística global. Casos de excepción existen en casi todos los países del mundo.
Los logros alcanzados respaldan al gobierno reelecto, creemos que “ahora somos un país en transformación”. Al inicio de este segundo ciclo de estabilidad, el país empieza a ganar el reconocimiento internacional, más allá del carisma y personalidad del líder, la comunidad de analistas de los procesos económicos sociales independientes mira al país como el “Jaguar de América” porque se aprecian los resultados exitosos, en medio de la crisis, aportes en legislación, teoría económica, negociación. Se busca seguir los pasos de los hoy países prósperos, del G8/G20.
Además, dar los valientes saltos, con prudencia, oportuna, como consecuencia del aprendizaje de cómo ellos se desarrollaron. Sin TLC (donde no existe equidad en la competencia), con tratados bilaterales solamente. De allí la negociación patriótica que se busca.
Gracias al talento humano se ha podido poner en órbita al primer nanosatélite, para investigación y observación educativa, Pegaso. En octubre se lanzaría su gemelo, el nanosatélite Krysaor. Definitivamente que estamos viviendo ya en el nuevo país, mejor que el anterior, distante del ideal. Se abren nuevos horizontes de producción a desarrollar.
Da vergüenza ajena que todavía no logramos “dar el salto” para articular proyectos emblemáticos, de incremento de la producción agrícola, creando la simbiosis pública-privada para exportar con valor agregado nuestras frutas y vegetales, consolidando nuestra relación comercial con China. Mientras existan tierras sin cultivar y no se exporte, estamos siendo ineficientes.
Deberíamos contabilizar todo el PIB y el empleo no generado como el “gran lucro cesante”, tal vez así nos sensibilicemos respecto a cómo perdemos el “bienestar”.