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El Telégrafo

El himno a Quito

22 de enero de 2014

¿Para qué sirve un himno? ¿Debe ser inmutable?

Si los himnos fueran connaturales a los lugares, ya vendrían incluidos en el paquete de su creación, nacerían por generación espontánea, o estarían inscritos en la memoria genética o el genoma de los seres humanos de acuerdo con su lugar de origen.

No es la primera vez que se arma una polémica en relación con la intangible letra de un himno. Y más allá de que la energía gastada en esta discusión se pudiera aplicar en otro tipo de luchas con más sentido, como toda disputa, esta también habla por sí sola de los sistemas de valores al uso en nuestro país.

Y por conflictiva que haya sido aquella unión, resulta inútil y estéril renegar de cualquiera de las dos estirpes que nos conforman.A mucha gente no le duele: le arde que se cambie una estrofa en donde se hace la dudosa afirmación de que España amó a esta ciudad, y que eso la engrandeció. Literalmente: “porque te hizo Atahualpa eres grande y también porque España te amó”. Dos afirmaciones que estarían sujetas a cierto tipo de demostración histórica, en un caso más fácil que en otro. Porque, ¿realmente Atahualpa ‘hizo’ a Quito? ¿Qué dice la historia al respecto? Aparentemente, la ciudad estuvo aquí desde mucho antes de que el último gobernante inca existiera, su mismo nombre original (Kitu) no proviene del quechua o quichua, sino de otras lenguas vernáculas. Por otro lado, también harían falta pruebas documentadas del supuesto ‘amor’ de España a nuestra ciudad, que de seguro no fue ni mayor ni menor que el que tuvo a otras de los territorios bajo sus dominios.

Por otro lado, como toda ciudad de este continente, Quito y su gente somos producto de un mestizaje. Más allá de que Atahualpa haya ‘hecho’ a esta ciudad o de que España la haya ‘amado’, el linaje indígena y el linaje peninsular forman parte indivisible de nuestro ser. Y por conflictiva que haya sido aquella unión, resulta inútil y estéril renegar de cualquiera de las dos estirpes que nos conforman.

Los símbolos patrios existen para reforzar identidades y crear sentido de pertenencia. Sin embargo, no son el único instrumento que lo hace, y desde luego nunca son más importantes o representativos que aquel entrañable lugar al que simbolizan. También pueden cambiar, como cambian los seres vivos, y como cambian las perspectivas en relación con la vida y la historia de los pueblos. Si bien no es sano renegar de ninguna de las raíces que nos hicieron lo que somos, tampoco es sano aferrarse a los significantes del pasado pensando que podrán aplicarse por los siglos de los siglos a los diversos significados construidos a lo largo del tiempo.

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