Topé en Bogotá con el general Julio Andrade Rodríguez, en la Biblioteca Nacional y en la Academia de Historia. Por supuesto, a través de archivos y documentos, que me han permitido valorar a este polifacético personaje ecuatoriano.
Además de haber sido un egregio militar e insigne político, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1897, servidor público en el Ministerio de Instrucción Pública, en la Diplomacia y candidato presidencial, fue un intelectual empeñado en recuperar el patrimonio historiográfico del Ecuador. Honro esta faceta de su vida al conmemorarse el bicentenario de su avieso asesinato el 5 de marzo de 1912.
Mientras estuvo de Ministro Plenipotenciario en Bogotá, de 1904 a 1911, el general Andrade dedicó diariamente un tiempo a la investigación histórica. Según su propio testimonio, trabajó dos horas diarias en la Biblioteca Nacional durante varios meses. Su objetivo principal fue dar con manuscritos relativos al Primer Grito de la Independencia.
Buscaba en particular recuperar el original del Acta de la Independencia, cuyos pasos he seguido. Fue uno de los primeros ecuatorianos en frecuentar esos archivos históricos de Bogotá, y gracias a su paciente labor pudo enviar a la Cancillería en Quito una muy rica documentación que le permitió a su hermano historiador, Roberto Andrade, escribir su Historia General del Ecuador, en lo relacionado con la Independencia y sus consecuencias.
Con fecha 4 de agosto de 1909, el General escribió al doctor Don Francisco X. Aguirre Jado, Ministro de Relaciones Exteriores, una larga carta, en la que, además de dar cuenta de las actividades realizadas, le informaba sobre algunos “recelos y tropiezos” que había tenido que vencer para que se le permitiera revisar los manuscritos que posee la Biblioteca Nacional, referentes al Primer Grito de nuestra Independencia. “Voy encontrando algunos documentos curiosos y que, según entiendo, aún no han sido publicados. Por lo pronto mi trabajo se reduce a tomar notas y una vez concluido, gestionaré la copia de los principales, pues mi impresión es que no será del todo en todo difícil obtener la entrega de ellos”.
Además de los documentos que encontró sobre la Independencia, descubrió una copia autógrafa de El nuevo Luciano, de Eugenio Espejo, que tuvo en consulta el presidente Miguel Antonio Caro.
Por su aporte a la historiografía, el 2 de agosto de 1908, la Academia Nacional de Historia de Colombia le hizo el reconocimiento de hacerlo miembro honorario de esa Corporación. Paz en su tumba