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El Telégrafo

El fracaso del éxito

28 de marzo de 2013

He enseñado a varias generaciones de  alumnos que el éxito es tener una buena educación, hacer emprendimiento, cumplir las metas y alcanzar lo que se desea, además hacer la diferencia, mantener buenas relaciones personales y profesionales, obtener un buen salario y estabilidad laboral y eventualmente conseguir fama y reputación, reconocimiento y admiración y finalmente una vida cómoda y libertad financiera.

Sin embargo, he visto a través de los años que las personas que han conseguido estos logros lo que realmente obtienen son ataques cardíacos y otras enfermedades que los debilitan a temprana edad, una vida familiar insatisfactoria, plagada de relaciones fracasadas, soledad debido a la falta de amistades y muchas veces el deterioro financiero y quiebra de sus compañías después de muchas décadas de haber tenido triunfos, lo que les ha llevado a la ruina a pesar de toda una vida de arduo trabajo; y así mismo observo ejecutivos que han causado sufrimiento y severos daños a otros debido a malas decisiones de negocios o falta de integridad,  de pronto morir acaudalados sin haber hecho una diferencia en el mundo y muy posiblemente abandonados por sus seres supuestamente queridos.

¿En qué falló mi enseñanza? Simplemente en no considerar que existen cinco áreas muy importantes en la vida, las cuales  tienen que ser atendidas por igual, pues la dedicación excesiva o su descuido a cualquiera de ellas, crean puntos ciegos, desafíos y obstáculos predecibles que se manifiestan en el corto o largo plazo como causas de fracaso. Estas áreas son: familia y hogar; profesión y trabajo; salud y recreación; vida social y contribución al ambiente; y finalmente la vida espiritual. Hay que entender la vida como un equilibrio permanente de prioridades, unas urgentes y otras importantes y no como un conjunto de secuencias que hay que atender.

Debemos definir las tres cualidades que contribuyen al éxito y plenitud: la fuerza de voluntad, el amor y la inteligencia creativa, las cuales de alguna manera explican el progreso que trae la evolución para crear nuevas formas, que tiene que destruir las formas antiguas y obsoletas usando el poder; e inmediatamente construir nuevas formas y una nueva conciencia usando la inteligencia creativa; luego estas formas evolucionadas son preservadas por el amor. Esta es la trinidad metafísica de los filósofos griegos, muy comparable con la trinidad del Cristianismo: Padre que crea, Hijo que redime y Espíritu Santo que ilumina; y similar a la trinidad del Hinduismo: Shiva (destructor), Brahma (creador) y Vishu (preservador).

Cuando integramos las virtudes de esta trilogía y añadimos conciencia de grupo y la buena salud en todos sus niveles: físico, energético, emocional, mental y espiritual podemos lograr el éxito y plenitud duraderos. No es raro entonces apreciar que las personas plenamente exitosas tienen fuerza de voluntad y vitalidad, disciplina y constancia, objetividad y sentido práctico, que son las cualidades inherentes, y sobre todo conciencia grupal, conocida también como la capacidad de trabajar en equipo. Esto es lo que debí enseñar a mis alumnos.

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