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El Telégrafo

El espionaje cínico

17 de enero de 2014

Volvemos al tema, en tanto está ‘pasando de moda’ en los medios sin que se haya resuelto en lo más mínimo. Es la estrategia cínica de Estados Unidos: que protesten nomás, nosotros no responderemos nada, se cansarán y pronto todos se habrán olvidado. Y el espionaje continuará, por supuesto.

Lamentablemente, las protestas -por ej., las de gobiernos latinoamericanos- no finalizaron en una propuesta clara de exigencia de investigación internacional de los mecanismos del espionaje, y de destrucción de sus instrumentos de ejercicio. Se requiere ya mismo que nuestras cancillerías se pongan de acuerdo entre sí (por ej., desde Unasur) para exigir no una disculpa o una explicación de parte del imperio -pues los datos están a la vista y se explican por sí mismos, siendo por todo aspecto indisculpables-, sino mecanismos idóneos, tangibles y precisos, a través de los cuales los instrumentos del espionaje planetario por parte de  Estados Unidos cesen su accionar. Accionar que es de atropello permanente, repetido e interminable (al menos por ahora) sobre los derechos individuales de las personas -no solo las de EE.UU.- y sobre el ejercicio de las soberanías nacionales, violadas sin ningún cuidado desde que estos procesos de espionaje están en curso.

Las ‘respuestas’ por parte de Estados Unidos son dignas de Ripley, aquel que recopilaba sucesos y objetos increíbles. Una, consiste en pedir a la justicia de su propio país que declare legal el espionaje, como si la justicia de Estados Unidos tuviera injerencia para decidir sobre lo que pase en Ecuador, Alemania, Argentina o Finlandia. Y en estos días, la nueva ‘operación’ consiste en llamar a quienes ellos unilateralmente definen como expertos. Por supuesto, tales expertos son seleccionados acorde a en cuánto estén de acuerdo con la geopolítica imperial de dominio unilateral de la potencia del norte.

Luego, se ‘pide’ a tales expertos que quieran pronunciarse acerca de si el espionaje debe o no continuar (como si la palmaria ilegalidad en escala planetaria de las acciones cometidas pudiera quedar anulada por el criterio de opiniones subjetivas). Como era de esperarse, los autoconvocados ‘expertos’ llamados para decir que sí, que el espionaje debe continuar, dicen que sí, que el espionaje debe continuar. Vaya sorpresa. Y, acorde a juicio tan meticulosamente ecuánime, se puede decidir como gobierno (y como sus agencias especializadas en espionaje, tales son la NSA o la CIA) que hay que continuar con el discreto encanto de ejercitar el espionaje organizado, permanente y sin final.

Alguna vez Estados Unidos (recordar, por ej., la Trilateral Comission en la década del setenta) intentó legitimar el capitalismo de libre mercado por la vía de defensa de la democracia y de los derechos civiles. Qué lejos están esos tiempos. Hoy, la única bandera parece ser la de la piratería económica y el fisgoneo patético de la vida de todos los habitantes del planeta sin justificación alguna, sin ton ni son, con la pálida excusa del terrorismo que sirve (¡vaya pretexto!) para espiar hasta a Merkel o a funcionarios de diversos países europeos.

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