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El Telégrafo

El engaño y falsos redentores

14 de septiembre de 2013

En uno de los tres diarios donde laboré, el propietario de la empresa periodística convocó, en un aciago día, al personal de redacción, talleres y administrativo a urgente reunión. Con un gracias por su asistencia, comenzó el discurso del empresario. Ustedes son mi familia, los quiero como si fueran mis hijos. Este diario pertenece a todos, cualquier innovación favorece a nuestro hogar. Aseguraba el gerente, se ha invertido fuerte suma de sucres, en esa época, para modernizar maquinarias y equipos de trabajo y como ustedes comparten los beneficios, les informo que este año no habrá reparto de utilidades. Gracias por su aporte y colaboración para el desarrollo de este matutino que es de ustedes. Ningún empleado reclamó, pero a hurtadillas y en tertulias reprochaban el abuso y al unísono exclamaban, cómo nos engañan y roban en nombre del amor a una supuesta familia.

Con más de medio siglo como profesor me convertí en el testimonio permanente de la costumbre de rectores y más directivos de preparar ciclos de conferencias alusivas a fechas históricas como el 10 de Agosto, 9 de Octubre, 24 de Mayo, Día de la Bandera e Himno Nacional, entre otros acontecimientos. Profesores, en su turno, exaltaban el civismo, el amor a la patria, la grandeza de los patriotas y finalmente llamaban a la juventud a seguir la ejemplar acción. Paradójicamente esos maestros-oradores, no todos, alentados por la codicia y el afán de riqueza, convertían el aula de clases en un festín del atraco y mal ejemplo: rifa de puntos, compra obligatoria de folletos con opción a mejorar el puntaje y tarifas especiales para los perdedores de año. En las protestas callejeras por aumento de sueldos al magisterio y otros pretextos proselitistas, ofrecían premio especial al mejor tirapiedras. Se abusó de la inocencia estudiantil para fines perversos. Como ya terminó el secuestro político de la educación, hoy entramos en una nueva era.

La oposición política, con todo su poder económico y energía, decide mantener el control del Municipio de Guayaquil. Es el último bastión electoral que le queda a la oligarquía. Con engaño, la tergiversación de los hechos e invocación al civismo, la derecha reaccionaria insiste en retener la alcaldía porteña como central política. En el tema portuario, la prensa comercial se adhiere al llanto de los que “aman a Guayaquil” y no quieren que se lleven en pedazos el puerto del sur de la ciudad. Amenazan con salir a las calles a escandalizar y formar reyertas, tal como lo hicieron para apoyar a los banqueros de triste recordación. Ya se acerca el 9 de octubre, fecha de recordación de una gesta transcendental en la lucha por la independencia del tutelaje peninsular, y ahora ya verán a los falsos patriotas de hoy, nativos y afuereños, gritar “Guayaquil siempre por ti” como engaño para atrapar posibles electores de la jornada de 2014.

El gobernante cumple su misión cuando administra el Estado en beneficio de las mayorías, principalmente de los pobres del país, como lo demuestra el gobierno del Buen Vivir. El ciudadano reconoce los aciertos gubernamentales cuando se trabaja en paz y se acata la Constitución de la República. El pueblo participa  en las manifestaciones de AP como expresión de apoyo al proceso de cambio de la Revolución Ciudadana, a diferencia de las marchas ridículas de la oposición que buscan posibles electores para la consulta de 2014.

Un gobernante nacional o local es bueno cuando piensa llegar con su gestión a todos, y no a los pocos acostumbrados a enriquecerse con el trabajo de otros y disfrutar de un cúmulo  de prebendas.

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