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El Telégrafo

El engaño es una infección

05 de septiembre de 2013

Viajaba a Quito vía aérea, preocupado por los vientos de verano que ya eran un problema en el antiguo “Campo de Aviación” como se lo denominaba en mis tiempos mozos al aeropuerto Mariscal Sucre, de Cotocollao, pero que ahora en el nuevo aeropuerto de Tababela son muy intimidantes. Mi preocupación dio paso a un temor mayor, cuando mi vecino de asiento empezó a estornudar con evidentes síntomas de un resfrío  y toda la publicidad sobre los peligros de la gripe AH1N1 vino a mi mente y el temor a contagiarme superó mi miedo al próximo aterrizaje. Traté de concentrarme en la lectura del periódico que gentilmente me entregó una amable azafata. En un gran titular se leía la terrible tragedia de explotar nuestro petróleo que se encuentra en el parque Yasuní  y me di cuenta de que así como la fiebre se transmite por un virus, el engaño y las verdades a medias se transmiten rápidamente a través de algunos medios de comunicación y que varias instituciones y grupos ecologistas nos quieren inducir a creer que nuestro Gobierno será el causante de un cataclismo ambiental cuando se inicie la exploración sísmica y su explotación.

Solo se descontinuará el uso
del petróleo cuando los países desarrollados cambien su modelo de consumo y utilicen energía limpia
Veamos lo que ha pasado en nuestro planeta: la deforestación industrial para uso de la madera, de la celulosa y especialmente para la agricultura redujo la selva primaria del 14%  de la superficie continental de la Tierra a un 6% (unos 9 millones de km², casi el área de la República Popular de China y un poco menos que Estados Unidos de Norteamérica). Parte de esta reducción ha sido reemplazada por vegetación secundaria que tiene menor valor para el mantenimiento del ecosistema. Si esto sigue así, la selva primaria habrá desaparecido para el año 2050.

La Amazonía es la más grande zona de selva primaria,  tiene una extensión de 6 millones de km² repartidos entre nueve países, de los cuales Brasil y Perú poseen la mayor cantidad, seguidos por Colombia, Bolivia, Ecuador, Guyana, Venezuela, Surinam y la Guyana Francesa. Nuestro parque Yasuní tiene un área de 9.820 km² y contiene en sus tres campos: Ishpingo, Tiputini y Tambococha unos 800 millones de barriles de petróleo, cuya explotación, usando moderna tecnología, afectará únicamente 10  km², que son el 0,00011% de la selva primaria mundial.

¿Cuál es la realidad? Lo que deben defender los ecologistas no es la afectación de esta pequeña parte de nuestra selva por efecto de los trabajos petroleros, sino que el petróleo producido contribuirá con la generación de unos 400 millones de toneladas de dióxido de carbono que aceleraría el efecto invernadero y el calentamiento global.

Sin embargo, somos un pequeño país que necesita de estos ingresos petroleros precisamente para financiar el cambio de la matriz productiva y energética. Y en la forma  como está la geopolítica mundial, si no lo producimos nosotros, lo hará cualquier otro país explotando sus propios recursos. Solamente se descontinuará el uso del petróleo cuando los países desarrollados cambien su modelo de consumo y se decidan por la investigación intensiva y el uso de energía limpia. Esperemos que esto no tarde más de una generación en el futuro, pues hay que recordar que en su momento se cambió del carbón mineral al petróleo, precisamente por ser combustible más limpio y que todavía queda más carbón mineral que reservas probadas de petróleo en nuestro planeta Tierra.

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