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El Telégrafo

El enemigo a derrotar

12 de septiembre de 2012

Curiosamente en esta precampaña electoral todos quieren “tumbar a Correa”. ¿Qué significa esta oposición o fijación enfermiza? Uno entiende que la derecha con Noboa, Gutiérrez y Lasso tenga este lenguaje. Pero los demás que se autonombran de izquierda tienen el mismo lenguaje. Entonces a suplicar que los gringos regresen a Manta, que se firme un TLC (Tratado de Libre Comercio), que se aporten correcciones neoliberales a la Constitución del Bien Vivir y que nos salven las empresas privadas…

El enemigo no es Correa, porque el enemigo es siempre el mismo, el sistema neoliberal, con sus distintas caras: la injerencia norteamericana, la empresa privada, los medios de comunicación empresariales… y la apatía ciudadana que engendra. Recordemos los 5 puntos de la Revolución Ciudadana: “Patria altiva y soberana - Lucha a muerte contra la corrupción - Revolución económica - Revolución política - Integración latinoamericana”. Claro que estos aspectos han quedado inconclusos. Claro también que no se ha entrado mucho en la revolución del Buen Vivir y Convivir: “El trabajo para el bienestar de todos - La identidad es más importante que la dignidad - Una vida armoniosa trae la justicia social - El consenso supera la democracia - La complementariedad vale más que la libertad - La armonía con la naturaleza es la fuente de la salud - La educación es la madre de la sabiduría”. Queda mucho camino que recorrer, pero va por allí el socialismo latinoamericano del siglo 21.

Es siempre más fácil condenar, criticar y gritar que trabajar con el pueblo y, desde allí, hacer propuestas concretas para proponer mejores soluciones. En estos 5 años mucho se ha hecho para que los pobres saquen la cabeza de la miseria, se organicen, tomen conciencia crítica y retomen su voz y protagonismo. Por supuesto, se hubiera podido hacer más y mejor, pero un camino está abierto. Un signo evidente es la actual participación de numerosas organizaciones para las leyes que la Asamblea no logra sacar adelante. Tal vez sea la Asamblea la que menos ha complido con la participación ciudadana. Pero es la participación ciudadana la que debe obligar la Asamblea y el Gobierno a consultarla e integrar sus propuestas. ¿Por qué no continuar en profundización y correcciones necesarias lo que se ha hecho y se está haciendo? No han caído la murallas de Jericó por el griterío de unos cuantos salvadores, sino por un pueblo organizado y luchador que quería vida nueva y cambios radicales.

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