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El Telégrafo

El efecto de la excitación

18 de octubre de 2012

“El extraño caso del Dr. Jekyll y del Sr.  Hide”, la más grande novela del escritor inglés Robert Louis Stevenson, que es una alegoría  vívida de la psicopatología, enfermedad mental que hace que una misma persona tenga dos personalidades totalmente opuestas. En términos especializados (que realmente desconozco su significado) se refiere al trastorno disociativo de la identidad o trastorno de la personalidad múltiple. En 1886 tuvo un éxito inmediato y desde ahí se han hecho más de veinte adaptaciones teatrales y películas; ha servido de inspiración para una docena de composiciones musicales y hasta hoy atrae a miles de fanáticos a su lectura o artistas que la interpretan en varias formas.

La historia no era nueva en esa época, pues Sófocles, con “Edipo Rey”, y Shakespeare, con “Macbeth”, ya plantearon la lucha interior del ser humano entre el bien y el mal que ha sido tema de mitos, religión y literatura. Freud explica que el hombre (y la mujer para no alejarnos de nuestra tendencia a la igualdad) hospeda en su interior  una personalidad oscura que puede brutalmente salir a relucir fuera de control.

Por eso un tranquilo hombre de hogar masacra a golpes a su vecino, un adolescente agarra un arma y dispara a sus amigos, un religioso viola a un muchacho, un político engaña a sus conciudadanos. Toda esta buena gente que asume conocerse a sí misma, en el calor de la excitación, algo se desconecta en su interior y de pronto todo cambia.

Un estudio de la Universidad de Berkeley revela que cada uno de nosotros, independientemente de cuán buenos seamos, pensamos que la pasión y excitación no afectará nuestro comportamiento. Sin embargo, aun la persona más brillante y racional, al calor de la pasión, parece completamente divorciarse de la persona que es normalmente. Pero no solamente la gente hace malas predicciones acerca de la manera como les afectaría la excitación en su comportamiento, sino que se equivoca con un amplio margen.

Sin embargo, esto no nos sirve para explicar las razones del  cruel joven asesino James Holmes, de veinte y cuatro años de edad, que mata a doce personas y hiere a otras treinta y ocho en un cine de la tranquila ciudad americana de Denver, Colorado. Al momento de ser capturado y llevado a la Corte de Justicia, presenta una fría e indiferente actitud. Su acto fue cuidadosamente planeado y no es producto de la pasión.

Pero es adecuado para entender el inútil esfuerzo que hacemos nosotros, los padres, tratando de explicar a nuestros hijos adolecentes, en la tranquilidad del hogar, la forma como deben practicar sexo seguro. Y no quiero ofender a los padres que todavía piensan que solo los malos chicos tienen relaciones. La realidad es que si nuestro mejor consejo es que nuestros muchachos simplemente digan no al sexo, no es suficiente. Hay una epidemia de enfermedades transmitidas por no usar medios preservativos, especialmente el temible sida; cantidad de embarazos no deseados, alto porcentaje de abortos -tema que se discute en la Asamblea-. ¡Qué pena queridos padres! Pero si no enseñamos prácticas realmente seguras para el sexo, nuestros muchachos, y lamentablemente muchos adultos, al calor de la excitación y la pasión, dirán sí al sexo en cualquier circunstancia.

Y la excitación también afecta nuestra forma de actuar en la vida diaria. Observen cómo manejamos nuestros vehículos. Y sobre todo: ¿Cómo conducen nuestros hijos? Los esfuerzos legales y nuestros consejos para impedir el exceso de velocidad, el hablar o “chatear” por celulares mientras están en calles transitadas conduciendo un veloz auto, el manejar en estado etílico y otras aberraciones de los choferes domésticos y mucho peor los profesionales, caen en saco roto, pues la excitación del volante hace que nos olvidemos de las reglas. Cómo quisiera que nuestros automóviles vengan equipados con un sistema que fije la velocidad de acuerdo a la localización mediante un GPS.

Que nos envíe una señal de alerta cuando se estacionan cerca de sitios prohibidos o peligrosos o que inhabilite en los autos el uso de los celulares al conductor. Ya sé que es mucho pedir, pero siempre es bueno soñar.

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