Es oportuno recordar cómo se encontraba el país en octubre de 1924, en poder de la bancocracia, dominado por la oligarquía, conculcados los derechos de la clase trabajadora, hasta el extremo de la masacre de los obreros 15-11-1922. Asimismo, estaba en plena crisis económica por la caída de las exportaciones de cacao, en crisis política por el fin del liberalismo radical y en peligro de guerra civil. Con la ‘Hoguera Bárbara’ se había pretendido liquidar el proceso de la Revolución Liberal de 1895 y se había implantado la corrupción. A los gobiernos de José Luis Tamayo, que acababa de entregar el mando el 31 de agosto y del presidente Gonzalo S. Córdoba, que le sucedió, se les acusaba de saquear los caudales públicos y oprimir al pueblo.
En este contexto se gestó una nueva revolución, la Juliana de 1925. Sin embargo, dos años más tarde hubo en Esmeraldas un intento frustrado de golpe, y en agosto de 1931 se interrumpió el proceso juliano que presidia el Dr. Isidro Ayora. Siguieron años de ingobernabilidad con 17 gobiernos en un decenio catastrófico, habiendo quedado el país en poder nuevamente de los intereses plutocráticos que, a la postre, llevarían a la ‘partidocracia’ a una nueva crisis de ingobernabilidad, que culminó con un nuevo ciclo revolucionario que se ha consolidado, si bien no le ha faltado una intentona contrarrevolucionaria, la del 30-S hace 4 años.
Si recordamos esto es porque los que controlan el capital nunca se dan por vencidos, añoran el poder, defienden constantemente sus privilegios e intereses, aliados y al servicio del gran capital y del imperialismo. La ‘restauración conservadora’ de derecha y ultraderecha es una amenaza real; ya se escucha el batir de tambores de guerra contra gobiernos progresistas de Unasur, comenzando por Venezuela, que tiene la mayor reserva petrolera del mundo.
Apremia estimular a la juventud, poniéndole de presente el ejemplo de los jóvenes que el 25 de octubre de 1924, reunidos a mediodía en el Regimiento Militar N° 1 Bolívar, en Quito, después de intercambiar ideas sobre los problemas que entonces afrontaba el país, decidieron realizar algo grande y efectivo en bien de la patria. Esa misma noche concretaron ‘ese algo’ redactando un borrador del acta que al día siguiente, reunidos de nuevo, firmaron constituyendo la Liga Militar. Así se gestó la Revolución Juliana que dio incruentamente el golpe, de manera simultánea en Guayaquil y Quito, el 9 de julio de 1925.
Destacamos el ímpetu revolucionario que corre por las venas de la juventud que, aliada al pueblo, es baluarte de los procesos revolucionarios. Así razona el presidente Maduro, quien acaba de crear la Misión Jóvenes por la Patria para llevar el pensamiento revolucionario a los equipos juveniles de las 1.500 bases de misiones asentadas en sectores donde aún hay familias viviendo en pobreza, así como a las 1.500 bases de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Imperativo estimular a la juventud a ponerse visiblemente de lado del pueblo para defender sus derechos.