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El Telégrafo

El dilema del “No matarás”

30 de septiembre de 2012

Mi querido amigo mío de la ciudad argentina de Posadas Ariel Bogado había manifestado a través de las redes sociales con la lucidez que demanda este nuevo tiempo, su indignación al oír de unas voces surgidas del aula de una universidad pública -la UNAM de Argentina- que la solución al actual sistema capitalista habita en la muerte, en la eliminación del otro como razón política que justifique un acto de esta naturaleza.

Esto me hizo reflexionar en torno a un debate que se abrió en la ciudad argentina de Córdoba por una carta pública escrita en diciembre de 2004 por el filósofo Oscar del Barco, conocida como “No matarás”, en clara alusión al quinto mandamiento bíblico. Esto desató una polémica respecto a un tema que todavía sigue levantando polvo en el seno de una sociedad civil donde las heridas del pasado aún siguen cicatrizando y los riesgos a reabrirse nuevamente esas heridas son grandes. Estamos hablando de la violencia.

Es a partir de ella que se engendra la muerte, y esto obedece al imperativo categórico propuesto por Karl Marx en su análisis de la historia: “La violencia es la partera de la historia”. Esto se siguió al pie de la letra como la hoja de ruta filosófico-política hasta las últimas consecuencias en la Argentina y el resto de Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX y con mayor fuerza e intensidad en las décadas del 60 y 70 siguiendo el faro de la Revolución Cubana y bajo la atenta mirada de Washington que tenía en mente -por medio de la Escuela de las Américas y el Plan Cóndor- borrar del mapa cualquier intento revolucionario en la región que siga los pasos de Cuba con la consigna “guerra contra la subversión” que encabezarían las dictaduras continentales.

Después de más de tres de décadas en que el terror y la muerte dejaron las huellas más profundas en la memoria de Nuestra América, tratar con liviandad y hasta frivolidad la cuestión de la violencia como la única alternativa para hacer la revolución, nos retrotrae a los momentos más oscuros de nuestro pasado. Un camino que no está en la mente de los actuales proyectos políticos que buscan la emancipación, y que han elegido la democracia como medio y fin para alcanzar este objetivo. En efecto, en un contexto de carácter democrático la violencia es anacrónica y no tiene ninguna justificación posible.

En una entrevista al historiador Eric Hobsbawm realizada por James Kirchkick en la BBC de Londres, le preguntaron en torno al socialismo real en la URSS: ¿si se hubiera consumado la utopía, la pérdida de 15 o quizás 20 millones de vidas, se podría justificar? Hobsbawm contestó simplemente: “Sí”. Ahora, ¿podemos justificar la muerte de millones o de tan solo un ser humano a pesar de haber logrado conquistar el sueño socialista de un mundo más justo? Un dilema que nos lleva a seguir reflexionado.

(*) Ensayista y escritor. Integrante del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales Felipe Varela, de Argentina.

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