Hace cinco años, estudiantes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Chile -próximos a graduarse- decidieron realizar su tesis de grado con una investigación bibliográfica y de campo que cubriera un tema muy singular, el rol importante del diario El Mercurio, en el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 contra el presidente Salvador Allende, el medio, decano de la prensa en su país, uno de los periódicos más antiguos del Hemisferio y del orbe, y que en la actualidad se ha convertido en la mayor entidad de productos impresos en Chile, con gran influencia en la compactación de medios y de propietarios de diarios de las Américas y de la SIP, y ejemplo flagrante de los truculentos hábitos de los poderes fácticos de dominio, que en el pasado reciente fueron capaces de crear dictaduras infernales como las del Cono Sur, en el siglo anterior.
El cuartelazo fascista que asoló a la nación de la “estrella solitaria”, en el período más trágico de toda su historia republicana, con miles de asesinados, torturados y desaparecidos, violaciones atroces a los derechos humanos, fue caracterizado por la clausura y apropiaciones de órganos de difusión masiva en toda la tierra chilena, entre otros, los tabloides El Clarín y Puro Chile, de enorme aceptación popular; el diario El Siglo, con gran penetración en círculos sindicales e intelectuales; el vespertino Última Hora, la revista Punto Final. De igual manera las radiodifusoras Portales, Agricultura, Cooperativa, bombardeadas por los facciosos para silenciarlas durante el “putsch” de Pinochet y la célebre Radio Magallanes, emisora que transmitió el último mensaje de Allende a los pueblos del Mundo.
Igual suerte corrieron los canales universitarios de TV 9 y 7, de la capital y Valparaíso. Chile Film, la más importante productora cinematográfica, bajo la égida de Miguel Littin, formadora de directores de cine de fama mundial, como Raúl Ruiz, fue el escenario propicio para los primeros fusilamientos de periodistas y trabajadores, hechos que no ameritaron de parte de El Mercurio y su cadena una línea solidaria, por el contrario, muchos de sus siniestros ejecutivos los asumieron como una acción comercial para eliminar la competencia.
“El diario de Agustín” es una investigación periodística seria, de envergadura y consistente con la verdad histórica y que fundamenta un hecho sustancial: El Mercurio fue el hilo conductor de una conspiración, programada y financiada por la CIA, para sabotear y destruir la institucionalidad chilena. Los documentos liberados por el Gobierno de EE.UU. en relación al “caso chileno” revelan la actuación comprometida de Agustín Edwards -el dueño del periódico- en la estrategia golpista, la indagación realizada por los pregradistas chilenos ratifica tal conducta.
Y ahora aparece un señorito, director del periódico de marras, indignado por las aseveraciones de Rafael Correa en su mensaje de posesión del mandato presidencial, y en referencia al papel de la mala prensa del continente, que nuestro Jefe de Estado esbozó magistralmente. Realmente los epítetos y argumentos deleznables que esgrime el funcionario de los Edwards no importan, pero sí es necesario realizar una reflexión profunda sobre los males y los peligros para la democracia que implican estos voceros de las oligarquías nacionales y de los poderes imperiales, aterrados ante las perspectivas de cambios profundos en América. En cuanto al periódico citado, el pueblo chileno, valiente y sabio, lo calificó décadas atrás con un membrete inolvidable, colocado en el frontis de la Universidad Católica en Santiago: “Chileno, El Mercurio miente”.