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El Telégrafo

El desarrollo humano y el masoquismo espiritual

06 de enero de 2012

En víspera del nuevo año  y al reseñar las noticias referentes al aumento  salarial  decretado por el Gobierno Nacional -en estricto apego a normas  constitucionales- un diario  de la ciudad autodenominado “independiente” resalta en  recuadro preferencial las declaraciones de una integrante del directorio de la   Unión Nacional de Periodistas (UNP) sobre el alza de emolumentos para sus colegas  informadores, tanto de la prensa escrita  como radial y televisiva. Las palabras de esta dama fueron: “Pese  a que para los gremios de periodistas  es bueno el incremento, se trata de  un alza muy elevada, no porque no se lo merezcan, sino porque denota  deseos de molestar  al sector de medios  sobre el cual el presidente Rafael Correa  ha demostrado estar en contra”.

La cita es textual y el comentario sobre ella queda para sus cofrades comunicadores  y de los  queridos lectores,  ya que la temática de este artículo  es el desarrollo humano como la acción  existencial, conducente  al crecimiento integral  de las mujeres y los hombres, la que se   solventa en  las formas de conducta, es decir  en  los procesos  de pensar de actuar y de sentir. Y es que  en los modos  de comportamiento  se integran las relaciones financieras, éticas, y de interacciones personales, grupales y comunitarias, seguramente condicionadas por las relaciones de poder y las necesidades vitales  de  todos los miembros del conglomerado,  lo que implica desarrollo humano sustancial.

El ser parte de un grupo determinado  puede tener connotaciones cabales  o difusas  y en ese sentido se irradian las posiciones ideológicas, que correspondan a las actitudes frente a los problemas personales o de la sociedad.
Cada ser humano es un microcosmo que en sus formas de conducirse  realmente expresa sus afectos y dolores sus odios y sus amores, sus aspiraciones, frustraciones, que le permiten  buscar y aceptar  roles, normas, valores, regulaciones y orientaciones dictadas por la convención social, pero incluidos  en estructuras colectivas de progreso que significan auge de su sustantividad.

La actual situación política y económica del Ecuador ha establecido una situación de optimismo moderado de la gran mayoría de los ciudadanos, sobre el futuro de la nación.

Los indicadores socioeconómicos  lo sustentan, sensible reducción de la pobreza extrema, baja histórica de los niveles de desempleo, búsqueda de la excelencia en el ejercicio de la función pública y en la formación educativa, es decir   estimulación del desarrollo humano  en todas sus instancias  y condiciones y con todo el apoyo posible.

Sin embargo quedan  enclaves negativos muy  poderosos todavía,   específicamente en los sectores de la prensa  privada y  en las tiendas  de  políticos derrotados, de derecha o de  izquierda, acompañados de  los nihilistas  de siempre, agoreros  de  calamidades e infortunios,  ganados por el estupor patológico del masoquismo espiritual y que son responsables de muchas de las situaciones carenciales de nuestro pueblo a lo largo de la historia nacional. Contra ellos hay que luchar organizadamente  y con denuedo.

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