En víspera del nuevo año y al reseñar las noticias referentes al aumento salarial decretado por el Gobierno Nacional -en estricto apego a normas constitucionales- un diario de la ciudad autodenominado “independiente” resalta en recuadro preferencial las declaraciones de una integrante del directorio de la Unión Nacional de Periodistas (UNP) sobre el alza de emolumentos para sus colegas informadores, tanto de la prensa escrita como radial y televisiva. Las palabras de esta dama fueron: “Pese a que para los gremios de periodistas es bueno el incremento, se trata de un alza muy elevada, no porque no se lo merezcan, sino porque denota deseos de molestar al sector de medios sobre el cual el presidente Rafael Correa ha demostrado estar en contra”.
La cita es textual y el comentario sobre ella queda para sus cofrades comunicadores y de los queridos lectores, ya que la temática de este artículo es el desarrollo humano como la acción existencial, conducente al crecimiento integral de las mujeres y los hombres, la que se solventa en las formas de conducta, es decir en los procesos de pensar de actuar y de sentir. Y es que en los modos de comportamiento se integran las relaciones financieras, éticas, y de interacciones personales, grupales y comunitarias, seguramente condicionadas por las relaciones de poder y las necesidades vitales de todos los miembros del conglomerado, lo que implica desarrollo humano sustancial.
El ser parte de un grupo determinado puede tener connotaciones cabales o difusas y en ese sentido se irradian las posiciones ideológicas, que correspondan a las actitudes frente a los problemas personales o de la sociedad.
Cada ser humano es un microcosmo que en sus formas de conducirse realmente expresa sus afectos y dolores sus odios y sus amores, sus aspiraciones, frustraciones, que le permiten buscar y aceptar roles, normas, valores, regulaciones y orientaciones dictadas por la convención social, pero incluidos en estructuras colectivas de progreso que significan auge de su sustantividad.
La actual situación política y económica del Ecuador ha establecido una situación de optimismo moderado de la gran mayoría de los ciudadanos, sobre el futuro de la nación.
Los indicadores socioeconómicos lo sustentan, sensible reducción de la pobreza extrema, baja histórica de los niveles de desempleo, búsqueda de la excelencia en el ejercicio de la función pública y en la formación educativa, es decir estimulación del desarrollo humano en todas sus instancias y condiciones y con todo el apoyo posible.
Sin embargo quedan enclaves negativos muy poderosos todavía, específicamente en los sectores de la prensa privada y en las tiendas de políticos derrotados, de derecha o de izquierda, acompañados de los nihilistas de siempre, agoreros de calamidades e infortunios, ganados por el estupor patológico del masoquismo espiritual y que son responsables de muchas de las situaciones carenciales de nuestro pueblo a lo largo de la historia nacional. Contra ellos hay que luchar organizadamente y con denuedo.