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El Telégrafo

El desarrollo agrícola y la universidad

24 de diciembre de 2013

La agricultura de nuestro país se caracteriza por el numeroso componente de pequeños productores, los cuales, no obstante la precariedad de sus métodos de producción, en ellos reside la seguridad y soberanía alimentaria del Estado.

Nuestros promedios de producción en general son inferiores a los obtenidos por nuestros competidores en condiciones naturales similares. Lo cual pone en evidencia las limitaciones de la propuesta y la transferencia de metodologías técnicas ofrecidas a los agricultores.

El número de unidades de producción (UPA) menores de diez hectáreas es el 70% del total y dispone del 12% de la superficie cultivada, lo cual nos diría que la mayor ineficiencia de producción está en el 88% de la superficie ocupada por el 30% de las UPA, con tamaños mayores a las diez hectáreas. Este es un problema político básico, pero que no puede evadir la urgencia en general de organizar, tecnificar y modernizar la agricultura priorizando la del pequeño agricultor. El dotar y capacitar a este sector relegado de la tecnificación adecuada a su condición es el verdadero desafío que tiene nuestra academia científica, la cual (con meritorias excepciones) ha venido repitiendo las soluciones de los grandes empresarios exportadores, sin considerar las condiciones sociales, país adentro.

Los proyectos para el desarrollo agrícola han significado para el Estado notables inversiones en infraestructura, sobre todo en la construcción de los sistemas de los planes de riego, los esfuerzos realizados en su construcción financieramente no han dado los resultados que se esperaban, no obstante estas consecuencias, la expansión del riego (que solamente cubre el 7% de la superficie cultivada del país), orientada adecuadamente técnica y socialmente, es una alternativa válida para el desarrollo, pues contamos con los recursos naturales: suelos agrícolas y agua.

En estas circunstancias es interesante la propuesta de la Universidad de Guayaquil para superar la crisis académica que plantea un modelo de gestión sistémica con los subsistemas: investigación, desarrollo e innovación y la vinculación con la sociedad.

La indicada orientación fortalece las posibilidades para las ciencias agrarias de investigar soluciones adaptables a nuestras condiciones ecológicas y socioeconómicas para el manejo de nuestros bienes naturales, con la participación y vinculación de la sociedad que nos rodea, la cual debe ser la beneficiaria de su legítimo desarrollo.

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