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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

El claroscuro de la sedición brasilera

18 de diciembre de 2015

El encausamiento por actos de corrupción y lavado de dinero del presidente de la Cámara de Diputados del Brasil, Eduardo Cunha, y el embargo de sus bienes por el accionar judicial en Brasil, y de igual manera las acusaciones en contra del expresidente Fernando Collor de Melo, de hace unos meses, ha puesto al desnudo los hechos dolosos y las oscuras prácticas de estos conspicuos miembros de la reacción conservadora en ese país. Sin embargo, no ha impedido que estos activos participantes en la oscura conspiración conducente a la caída de la presidenta Rousseff continúen en esos menguados esfuerzos. Aunque sean realmente ellos los que tenían y tienen cuentas que rendir al ministerio público, de actos punibles que ameritaron la acción de la Fiscalía brasilera, maniobra delincuencial de la que con bajeza se intentó involucrar a la jefa de Estado, Dilma Rousseff.

La indagación generada por el fiscal general de la Nación, Rodrigo Janot, acorde a informaciones de prensa, proporcionada por publicaciones de distintos matices e incluso de la franquicia CNE, permitieron conocer la acusación a estos dos líderes y  cerca de 50 militantes de la derecha financiera integrada por empresarios, lobbistas y aventureros de esas formaciones, de estar envueltos en los sobornos en la compañía Petrobras, cuyos entretelones muestran los delitos cometidos: tráfico de influencias, extorsión, cohecho. Junto a la acusación, la Fiscalía general exige la devolución de 40 millones de dólares a cada uno de ellos. Se han recuperado 400 millones de algunos de estos reos. También obligados a la remediación de los daños causados a Petrobras.

La república brasileña, tan pródiga y reconocida por sus éxitos en múltiples actividades, culturales, científicas, deportivas; ahora sacudida por el ardor de entes facciosos que, tomando de algún modo lo futbolístico, en que “la mejor defensa es el ataque”, lo hacen con total audacia y vileza, sin la formalidad de la lógica, al pedir juicio político contra Dilma Rousseff. Solicitudes de impeachment con descargo de las imputaciones, luego de indagaciones de rigor, han sido desechadas 5 veces por órganos legislativos y judiciales. No obstante, un nuevo proceso de destitución está en marcha.

Y es que Dilma, a pesar de haber desvanecido las incriminaciones formuladas en su contra e incluso detenido importantes iniciativas sociales, dada la crisis económica mundial, sufre el celo sedicioso que continúa fundamentalmente en la gran prensa y en las poderosas cadenas de radio y televisión, cuya motivación primordial e inmediatista conlleva a destituir a Dilma Rousseff de su dignidad de jefa de Estado en un golpe palaciego. Y obviamente a mediano plazo agudizar la agresión al PT, partido de los trabajadores, y a su líder histórico, el legendario Lula, en la expectativa que se convierta en candidato para los próximos comicios generales y que, en consideración de analistas y politólogos serios, es un postulante de éxito para la presidencia.

Está clara entonces la doble moral de los amos mediáticos responsables de la manufactura de la información en Brasil, donde el régimen actual se encuentra inerme e indefenso ante la embestida periodística despiadada, antiética, que ha sido capaz de armar una trama abyecta y apoyar falacias monumentales en contradicción, ocultar, encubrir defraudadores con cuentas cifradas de millones de dólares en Suiza. Los medios son poder en las sombras del país del ‘séptimo día de la Creación’. (O)

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