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El Telégrafo

El “Che” retorna a Guayaquil

22 de septiembre de 2012

Cuando por primera y única vez estuvo en Guayaquil, entre el 3 y el 24 de octubre de 1953, el médico Ernesto Guevara de la Serna cruzó casi todos los días la calle Morán de Buitrón y el Malecón Simón Bolívar para llegar a la casa de sus amigos Anita Moreno y Fortunato Safadi que -igual que él- vivían en Las Peñas. Se alojaba en una vivienda que ya no existe a la entrada del barrio.

Desde allí salía con su cámara fotográfica para  registrar el ir y venir de los barcos por el río Guayas o pasear por las calles vecinas mirando los tendales de cacao puestos al sol que lo alegraban con su aroma. Era su segundo viaje por tierras de América y desde aquí escribió a su padre un par de cartas que son la constancia de su paso por nuestra ciudad. Poco después, en un barco bananero arribó a Guatemala, identificándose con el gobierno progresista de Arbenz hasta su derrocamiento orquestado por la United Fruit Co., ante lo cual prosiguió su viaje hasta México donde  a partir del encuentro con Fidel se convirtió en el “Che”.

Su vida fue una entrega sin límites para arrancar de raíz las condiciones que permitían que las “viejas Marías”  siguieran muriendo, como lo dijo en un poema después de su primer viaje. Tras participar en dura lucha por liberar a Cuba de la dictadura de Batista, ayudó durante algunos años a la organización y defensa de esa nueva patria. En el Banco Central de la isla, en el Ministerio de Industrias o en representación diplomática ante Naciones Unidas o la OEA, sus palabras encontraron eco planetario.

La necesidad de contribuir a la liberación de las últimas colonias lo llevó hasta Asia y África y finalmente a Bolivia, en donde las fuerzas del imperio le dieron cacería el 8 de octubre de 1968. En la carta de despedida a sus padres señaló que era de aquellos que se jugaban la vida por lo que creían. A partir de su asesinato, su retrato es bandera siempre que en cualquier lugar se luche contra las injusticias y la pérdida de libertades. El reconocimiento va desde el papa Juan Pablo II, que lo identificó como alguien que luchó y murió por los pobres, hasta los “Indignados” que confían en que un mundo más justo es posible.

En muchos lugares de América se levanta su efigie. En Guayaquil -por la tenacidad de Ketty Romo-Leroux y la Coordinadora de Solidaridad con Cuba-, muy cerca del barrio que mejor conoció, la imagen del “Che” seguirá  acompañando la lucha de este noble pueblo por su definitiva independencia.

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