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El Telégrafo

El cerebro de un mentiroso

30 de enero de 2014

Estamos a las puertas de las elecciones seccionales del 23 de febrero y en todo el país tendremos que elegir entre 1.195 candidatos para 221 alcaldías, 116 para 46 prefecturas provinciales, 5.619 para  867 concejales urbanos, 2.437 para 438 concejales rurales y 18.528 para 4.079 vocales de juntas parroquiales; un total de 27.895 candidatos para 5.651 dignidades. Definitivamente hay harto de dónde elegir, a pesar de que para alcaldes y prefectos ya la decisión popular está dada en la mayor parte de los casos.

La cuestión es elegir bien. Votar por aquellos que creemos son los que tienen sinceras y honestas propuestas electorales y un claro y real plan de trabajo. Pero muchos de nosotros pensamos que hay gente que es especialmente buena para el engaño. Y si ese es el caso, ¿cuáles son las características que nos permitirían identificarlos? Dan Ariely, el escritor de origen  israelita, profesor de Economía Sicológica y del Comportamiento en Duke University, en su libro La (honesta) verdad acerca de la deshonestidad nos trae una investigación de Yaling Yang de UCLA sobre los mentirosos patológicos, gente que miente compulsiva e indiscriminadamente.

Yang encontró que los mentirosos patológicos tienen 14% menos materia gris, que es la colección de neuronas que activa nuestro pensamiento.Los investigadores se concentraron en analizar la parte prefrontal de la corteza cerebral, justo detrás de la frente, que está a cargo del pensamiento humano de más alto orden, como la planificación y que nos permite lidiar con las tentaciones y de la cual depende nuestro juicio moral y la toma de decisiones. En otras palabras es la torre de control del pensamiento, razonamiento y moralidad de las personas.

Yang encontró que los mentirosos patológicos tienen 14% menos materia gris, que es la colección de neuronas que activa nuestro pensamiento, con la posibilidad de que esta deficiencia en la corteza cerebral, que es la zona crucial para distinguir lo correcto de lo incorrecto, haga difícil que ellos tomen en consideración la moralidad, haciéndoles más fácil mentir. Pero así mismo, tenían 22 a 26% más materia blanca, que es el sistema de cableado que conecta las células cerebrales (neuronas), por lo cual es posible que los mentirosos puedan desarrollar más conexiones entre los recuerdos e ideas, por lo que esta incrementada conectividad y el  acceso al mundo de asociaciones almacenadas en la materia gris sería el ingrediente secreto por el cual mienten con naturalidad.

Si se extrapola esta investigación a toda la población tendríamos que esta deficiencia de células neuronales (materia gris) y la incrementada conectividad de la materia blanca hacen que mintamos más fácilmente  y a la vez pensemos que somos personas honorables. Después de todo, un cerebro mejor conectado tiene más vías para explorar cuando necesita explicar e interpretar eventos dudosos. Y quizás este es el elemento más importante en la racionalización de actos deshonestos. Esta teoría tiene mucho sentido y, en un mundo ideal, ¡qué bueno sería investigar a los candidatos bajo estas premisas!

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