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El Telégrafo

El “celular” de las telefónicas

08 de febrero de 2012

Hay cosas, fenómenos y políticas que nos parecen tan normales que solo cuando se rompen, bloquean o transforman entendemos su lógica y el espíritu con el que fueron creados y asumidos por la sociedad y hasta por las autoridades. Eso pasa con los celulares.

Primero: como en la lógica del mercado lo privado era lo maravilloso y excelso, nadie podía decir pío sobre el negocio, multimillonario negocio, que es y sigue siendo el de la telefonía celular. A nadie se le ocurrió levantar una lucha contra ese “abuso” que era que las recargas de celular se perdían con la expiración de las tarjetas. Como si lo pagado no importara y la telefónica tuviera una prebenda ad infinitum.

Mi mamá y papá, así como muchas personas de la tercera edad, usan muy poco su celular, generalmente reciben llamadas de sus hijos o nietos. Por lo mismo no consumen todo el saldo y lo que les queda se llevan las telefónicas y a cambio no les dan nada a esas personas.

Los casi 15 millones de celulares en el Ecuador han generado enormes ganancias a los propietarios y solo ahora el Estado se beneficia en parte de ello y él mismo pone condiciones al negocio. Antes eso hubiese sido un pecado y un atentado contra el libre mercado. Y las telefónicas nunca fueron generosas con sus usuarios que les han enriquecido. Por el contrario, con una enorme publicidad daban a pensar que el servicio es el más barato del mundo y que las ofertas “maquilladas” generaban harto beneficio al usuario. Como vemos ahora, no ha sido del todo santo el negocio, y menos tan generoso como se pinta.

Segundo: hemos llegado a depender tanto de la comunicación telefónica celular que prácticamente no hay ecuatoriano que no disponga de un aparato. Y si a eso se suma que el servicio ya no incluye solo las llamadas, sino usos y herramientas como la Internet, con todas sus ventajas, ese aparato ya constituye una plataforma de trabajo para casi todo mundo. Frente a ello, las telefónicas, enmarcadas en su lógica de mercado y sin salirse de ella para nada, no le ofrecen “retribuciones” al usuario. Por el contrario, cada día le extraen más provecho. Por ejemplo, si alguien quiere cambiar su modelo de teléfono por otro más avanzado conservando el mismo plan, ya no es posible. Ahora, con el cambio de aparato le cambian el plan y reducen las ofertas y ventajas. ¿Por qué? Un agente de ventas, dice: “Había demasiada ventaja con ese plan”.

Frente al volumen de ventas y de fidelidad de los usuarios, ¿no estaría bien que el Gobierno ecuatoriano, las autoridades de control de ese sector y la misma ciudadanía exijamos reducir las tarifas? ¿No estamos ya saturados de demanda que la oferta podría ser generosa y abaratar las tarifas?

No es una dádiva, es una demanda válida y legítima. El “celular” de las telefónicas no contesta a este tipo de llamados y pedidos de los usuarios. Los mensajes que he leído sobre el tema no son motivo de preocupación de las telefónicas. Parecería que su “celular” ahí no funciona, tiene defectos y desvía la atención de un clamor (si se lo mira con ojos de “excelente atención al cliente”).

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