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El Telégrafo

El caso Assange, una amenaza al Estado de derecho sueco

08 de septiembre de 2012

Hombre perseguido. El tratamiento judicial a Julian Assange en Suecia casi puede ser descrito como acoso. Al mismo tiempo, la cobertura mediática ha estado parcializada a favor de la clase política. Ahora, el Defensor del Pueblo rechazó nuestra denuncia sobre la fiscal Marianne Ny, escriben los periodistas Helene Bergman y Anders Carlgren.

El circo legal en torno al caso Julian Assange ha alcanzado proporciones sin precedentes en la historia jurídica. Ningún otro hombre, aparte de Julian Assange, hubiera sido perseguido de esta manera, a través de varios continentes, por presunta violación y acoso sexual. Hemos denunciado a la fiscal Marianne Ny ante el Defensor del Pueblo por su manejo del caso. Pero el defensor Hans Gunnar Axberger, aunque parezca mentira, archivó el pedido un día después de que le fuera concedido el asilo a Assange.

El asunto es bastante simple. Julian Assange tuvo relaciones sexuales con dos mujeres en distintas ocasiones durante su estancia en este país. Las dos mujeres acudieron donde una inspectora de Policía -que era conocida de una de los dos- con la intención de persuadir a Assange a someterse a una prueba de VIH. Pero entonces, una violación  llega al Ministerio Público, establecida por la inspectora de Policía en lugar de la denuncia.

Ciertamente, ninguna de las dos mujeres tenía idea de las proporciones que tendría su visita a la mujer policía. Un fiscal decidió solicitar el arresto de Assange en ausencia, a pesar de que este se encontraba en el país. Al día siguiente, otro fiscal halló que no había base para las denuncias.

El 30 de agosto de 2010, Assange fue interrogado y negó el delito. Al día siguiente, el abogado Claes Borgström, quien se había ofrecido a ayudar a las dos mujeres, buscó a su vieja amiga, la fiscal Marianne Ny, quien a su vez decidió reabrir el caso.

Julian Assange permaneció en Suecia durante cinco semanas, con el fin de estar disponible para interrogatorios, hasta el 27 de septiembre en que abandonó el país después de recibir la autorización de la Fiscalía. En este momento, Marianne Ny emitió una orden de detención europea. Entonces, Assange se ofreció varias veces para ser interrogado en Londres, o por videoconferencia. Algo que la fiscal, aunque parezca mentira, rechazó categóricamente, a pesar de que ha ocurrido en otros casos.

Al igual que el abogado internacional de Julian Assange, el famoso español Baltasar Garzón, estamos profundamente preocupados por la falta de garantías de seguridad y transparencia y por los motivos legales de las medidas que se han tomado en contra de Julian Assange. El acoso que ha sufrido ha repercutido en su salud física y mental, que han sufrido graves daños.

Las amenazas contra su persona se complican aún más por el comportamiento complejo que ha mostrado Marianne Ny, en representación del Estado sueco. Esto ha significado que las libertades y los derechos básicos de Julian Assange, según las Naciones Unidas, así como sus derechos humanos, según la Convención Europea, hayan quedado fuera de juego.

Cuando las personas solicitan asilo político, por lo general tiene que ver con la búsqueda de protección de un Estado persecutor; y en este caso, parece que el Estado de Suecia es precisamente ese Estado. Para ello, basta con hacer referencia al caso de Thomas Quick / Sture Bergwall o al de Catrine da Costa, para encontrar comparaciones completamente devastadoras.

Nosotros, periodistas con décadas de experiencia en prensa, radio y televisión, tanto en Suecia como el extranjero, descubrimos con creciente horror lo acrítico y sesgado del periodismo en favor de la clase política, en el caso Assange.

Al parecer se está tratando a toda costa de conseguir que Assange sea entregado a este país, en lugar de hacer un examen crítico al comportamiento de la fiscal Marianne Ny, en una combinación perfecta con su amigo abogado Claes Borgström. Por ejemplo, la fiscal Ny manifestó a un pequeño grupo de gente, que “incluso si estoy equivocada, no me retractaría”.

En la nota de arresto de 2010, de más de cien páginas, disponible en línea para todos y cada uno, es evidente que las dos mujeres buscaron por sí mismas el contacto con Assange. La nota de la detención que se filtró se convirtió en una bomba legal, que ahora está enterrada y olvidada en medio del proceso en Londres, el refugio en la embajada del Ecuador y la cuestión de cómo Assange podría eventualmente escapar de la ahora prestigiosa maquinaria de justicia de Suecia.

El caso de Julian Assange ha revelado el feminismo de Estado y su maquinaria propagandística, actualmente en vigor en este país. Una maquinaria donde las feministas radicales -que detestan a los hombres- sin anclajes históricos, interactúan con periodistas que no entienden la tarea del periodismo crítico, así como con miembros (femeninos) del poder judicial que ahora están en carrera por la igualdad legal.

Una maquinaria que ve a los hombres suecos comunes como violadores potenciales y a Julian Assange como ya condenado por delitos sexuales, antes de que cualquier tipo de juicio tuviera lugar. De esta manera, el hombre con estatus de estrella de rock se ha convertido en uno de los hombres más perseguidos del mundo.

El feminismo libre fue secuestrado a finales de la década de 1980, desarmado y rebautizado con el nombre de Igualdad, e incorporado al aparato de poder. La Igualdad elevada a normas estatales e ideología, se convirtió en una escalera carrerista, no menos que en la política, la burocracia y el poder judicial.

Muchas de las ultrafeministas se volcaron a las universidades y se convirtieron en feministas de élite, trasladando su lucha a la ciencia. El sexo se convirtió en género, el aparato estatal dejó de ser el objetivo, que fue trasladado a los hombres como género y como seres sexuales. La imperante ideología totalitaria de género fue abrazada por muchos medios de comunicación tradicionales que tratan temas del Estado.

En la otra esquina, y sobre todo en los tabloides, se vende el sexo como nunca antes, de una forma que ha conducido hacia la “atenuación” de este conceptuado cinismo. El caso Assange tienta a los periodistas hacia un raro unilateralismo sin precedentes, que seduce a lectores, oyentes y televidentes. Además, los expertos moralistas de todo el país claman por justicia para las mujeres humilladas, sin ninguna reflexión sobre lo que realmente sucedió en esos días de agosto de 2010 entre Julian Assange y las dos mujeres.

El desenlace del caso puede ser decisivo para determinar si Suecia podrá seguir llamándose un Estado de derecho, donde los derechos civiles no sean violados y donde el Convenio Europeo sobre Derechos Humanos valga más que la tinta con la que ha sido escrito.

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