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El Telégrafo

El candidato perfecto

31 de enero de 2013

Falta un poco más de dos semanas  para las elecciones presidenciales y de asambleístas 2013 y parece que ya los candidatos han sacado todo su repertorio de propuestas y promesas, muchas sin ningún soporte práctico y peor ideológico. 

La mayor parte es de oposición a la reelección presidencial o por lo menos a que el candidato-presidente tenga mayoría en la Asamblea Nacional. En el programa de radio en el que participo hemos entrevistado a muchos de ellos, por lo cual me permito hacer una alegoría de lo que sería el candidato perfecto.

Para empezar, tiene una salud a prueba de toda enfermedad y es incansable. Su sentido del humor es la envidia del mejor comediante; canta bien y toca algún instrumento. Practica deportes y se mantiene en excelente condición física.  Sus ideas políticas están claramente definidas y no pueden ser mal interpretadas. Es humilde y agradable; viste con elegancia y pulcritud. Domina varios idiomas, especialmente nuestras lenguas ancestrales. Posee cultura académica y emana seguridad, jovialidad, éxito y experiencia. Tiene la familia ideal de esposa o esposo que apoya sin estorbar; hijos, padres y hermanos impecables, lo cual hace que sea un ejemplo a seguir.

Seríamos ciudadanos ilusos si creyéramos que esa persona existe y en realidad nunca existió ni existirá, a menos que el proceso evolutivo lleve a nuestros genes  a esa perfección. Los candidatos son simples seres humanos con virtudes y defectos. Pero el culto a la personalidad con la cual la sociedad venera a sus representantes, hace que exijamos de nuestros candidatos unas características  imposibles de alcanzar. Y son ellos mismos los que propician que sean analizados sin objetividad.

Es duro hacer campaña electoral en el invierno en el país, y peor si es la denominada “puerta a puerta” con largas caminatas bajo el candente Sol o la lluvia, el frío o el calor y la humedad  y una apretada agenda de viajes, entrevistas, debates, presentaciones y discursos en donde la mayoría se esfuerza por mantener su mejor sonrisa, una mente lúcida y una imagen que parece publicidad de cosméticos; todo esto tiene que por fuerza agotar al candidato. El stress de una lid electoral va a reflejarse en desórdenes de su salud: insomnio,  colon irritable, cefaleas, irregularidades digestivas,  tics nerviosos y dermatitis que  tratan afanosamente de ocultar, pues los votantes lo pueden interpretar como signo de debilidad.

Pero esto es lo que vemos. ¿Qué tal con su vida personal? Como están las cosas, cualquiera de nosotros podría ser candidato, por lo cual cada una de nuestras acciones, palabras, escritos, opiniones podrían ser utilizadas en el futuro como un arma política. Y es por eso que observamos a candidatos que aparecen como incongruentes, tercos, violentos, infieles, obsesivos, mentirosos y aun traidores.

Algunos realmente lo son. Otros son sacados fuera de contexto o quizás se les imputa responsabilidades ajenas. Está muy claro que nadie se prepara  para ser candidato o gobernante. Tal vez en las monarquías; pero en una democracia, pedir absoluta rectitud desde la cuna, no solamente personal, sino familiar, es simplemente una utopía.

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