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El Telégrafo

El arte de administrar

11 de julio de 2013

El hombre no está limitado por las herramientas que posee, cuanto por su visión. Quinientos años antes de Colón ya se discutía acerca de la redondez de la Tierra. Lo que hizo Colón fue traducir los conceptos abstractos de estos pensadores en implicaciones prácticas. Él apostó a lo que observaba y a las especulaciones hechas y regresó del Nuevo Mundo, abriendo nuevas posibilidades a las ya existentes habilidades de navegación. Las restricciones capitalistas de la economía de mercado circunscriben nuestra efectividad como administradores en un nuevo mundo globalizado de los negocios, forzándonos a cuestionarlas y a buscar técnicas y herramientas de gestión fuera de nuestro contexto occidental.

Las estadísticas económicas nos demuestran un claro deterioro del rendimiento y productividad del hemisferio occidental comparadas con las del Lejano Oriente. Las herramientas de gestión son conocidas, sin embargo nuestros administradores son influenciados por creencias, asunciones y percepciones que fuertemente los restringen en su acción. Todo el tiempo tienen tres retos: El primero es consecuencia de administración puramente operacional, donde invierten inmensas dosis de recursos en aquello que de cualquier manera ya saben hacerlo bien, provocando el efecto de los retornos disminuidos. Segundo, son desafiados por el cambio de valores dentro de nuestra sociedad que orienta a la gente a esperar diferentes cosas de las organizaciones y diferentes significados del trabajo mismo. Y tercero, la competencia los está matando.

Es cierto que, independientemente de su entorno social o cultura, la humanidad ha desarrollado solo un limitado número de herramientas para hacer que las organizaciones trabajen. Y de ellas, algunas tienden a ser sobreutilizadas y otras son subempleadas. Para manejar grandes empresas ahora, deberíamos tener al alcance todas las herramientas que podamos usar. Pero también es verdad que la realidad  gerencial no es absoluta; está determinada social y culturalmente por la forma como los problemas son percibidos y resueltos. Y claro que las instituciones que tienen buenos resultados, año tras año, sean de donde sean, tienen entre ellas mucho en común.

La administración moderna es una creación occidental, consecuencia de la actividad de las grandes empresas posteriores a la Revolución Industrial, que requerían lazos entre la gestión y la delegación de autoridad. ¿Pero cómo podían ser confiables, administradores profesionales que no eran propietarios? Casi medio siglo se necesitó para desarrollar el concepto del administrador profesional que era  el encargado de organizar eficientemente y delegar responsabilidades, así como el de pagar y motivar a los empleados. Es por eso que la forma como la administración resuelve los problemas en una sociedad se mide precisamente por la sociedad misma. ¿Es entonces una ineficiente administración el problema? O lo son ciertos factores  como: la inestabilidad en los mercados mundiales, la incertidumbre de los precios y el abastecimiento de petróleo, el cambio de actitudes frente al trabajo, la baja formación de capital  o, finalmente, la interferencia de los gobiernos. Sí, no hay duda de que la administración deficiente es el problema, puesto que  una muy efectiva gestión pivotea  para mejorar nuestro patrimonio. Los gerentes no actuamos en el vacío; es nuestra tarea lidiar con estos factores en forma positiva e imaginativa. Y la gerencia de élite lo hace normalmente organizando a los seres humanos de tal manera que generen oportunidades y resultados.

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