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El Telégrafo

El argumento del escándalo

10 de octubre de 2012

A todo indicio de escándalo le suben el volumen. Lo normal es que la oposición se exprese  ante hechos concretos; acá no, el contrapunto ideológico se diluye para dar paso a la creación fabulesca y forzada del escándalo. Así pretende ganar por partida doble: la prensa libre e independiente que la sustenta, hace buenos negocios vendiendo “bolas” y mentiras, mientras los reaccionarios, que para el caso son harina del mismo costal, se entusiasman con el supuesto impacto del escándalo. Pero todo les sale al revés, pues los medios mercantilistas no han ganado un milímetro de credibilidad con sus embustes, antes por el contrario van cuesta abajo en la rodada, descrédito agravado con la presentación de firmas falsas por parte de la partidocracia para el registro electoral.

Agarran cada temita y no lo sueltan hasta que en su odio visceral estiman que le han hecho “pedazos” al Gobierno. Pero los muertos que ellos matan gozan de buena salud. Y más se amargan. Hasta que por allí algún bocón escandaloso les devuelve el alma al cuerpo con cualquier otro cuento que nadie les cree. Tanta es la libertad de expresión de la que gozan en el país, que vociferan lo que se les antoja, mienten, calumnian, persiguen y lapidan a sus víctimas y con más saña si son del entorno presidencial. El bombardeo mediático es implacable; pero dura solo hasta el sábado siguiente en que el Presidente les desenmascara irrefutablemente, en ejercicio de su libertad de expresión. ¡No faltaba más!

Ciclo perverso repetido. Al lunes siguiente ya se han inventado otra patraña y por allí siguen ofendiendo a la verdad y a la lógica, con las armas veladas del cinismo y la manipulación para repetir cualquier adefesio que suene a escándalo. Sus fuentes son los mismos politiqueros fracasados, expertos denunciólogos, merecedores del desprecio popular. Pero como les dan primeras planas y eso halaga su insoportable vanidad, allí están todos los días, desbordando la pantalla con sus caretucadas. Ahora, a los más soeces insultos contra Correa y su familia, diario El Comercio les llama “flujo de ideas”, validando el estiércol pestilente de la gallada huérfana de argumentos para el debate civilizado.

Mienten, se les coge en la mentira y son incapaces de reconocer y rectificar. ¡Imposible!, qué van a hacerlo pues, si desde el momento que concibieron la calumnia como arma macabra de lapidación mediática, su intención era crear la duda, esparcir ofensas a base de rumores, igualito a las chismosas de la vecindad. Es el triste nivel de aquellos negocios privados, propiedad de acaudaladas familias que buscan incrementar riqueza y poder vendiendo el sagrado derecho ciudadano a la comunicación. Si siguen falseando la verdad, serán oportunamente desmentidos. Es la prueba fehaciente de que gozamos de la más amplia libertad de expresión. Pero el libertinaje de la farsa y la mentira como que va sepultándose en el pozo séptico del viejo país que ya no volverá.

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