Publicidad

Ecuador, 22 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

El amor: enigma y devastación de la piel ajena

16 de febrero de 2012

El ser humano abriga en su convivencia la necesaria conjugación de sentimientos y sensaciones, de pasiones y quimeras. Su condición terrenal le permite adentrarse a emociones cotidianas.

El enigma del amor es parte substancial del hombre, desde sus orígenes. Aquel despiadado fenómeno cercano al espíritu nos junta y separa, de manera contradictoria y, a la par, complementaria. Detrás del velo amatorio se configura la ilusión de la pareja y el mito de la eternidad. Con el amor fluye la pasión de los cuerpos ajenos a la muchedumbre y cercanos a la delirante complicidad. En palabras de Octavio Paz: “El amor se presenta, casi siempre, como una ruptura o violación del orden social; es un desafío a las costumbres y a las instituciones de la comunidad. Es una pasión que, al unir a los amantes los separa de la sociedad”.

El amor pugna con el desvarío, desde el cúmulo de los besos atrapados en la memoria de la otredad. Su presencia confronta con la parsimonia de los enamorados. Se hace evidente con el sufrimiento y la huella de la desolación. Es un macabro disfrute de la piel y del instinto extraño. Es el ritual dedicado a la imperfección del ser amado. Es la confirmación del regocijo y el dolor. Es el camino paralelo a la felicidad y a la tragedia. 

En términos bíblicos: “El amor es paciente, servicial y sin envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con bajeza ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto y siempre le agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta” (1-Corintios 13:4-7).

El amor se perenniza en el corazón de los derrotados. Se impone tras una batalla campal de dos peregrinos. El amor de pareja es una estratagema de lo irreal. Es el cúmulo de los fracasos y de la necesaria reconciliación. Es el abrazo agónico que confronta con el hastío. El amor es la antítesis de la muerte, porque invoca la vitalidad del sujeto amado. Sin embargo, su ruptura provoca desvarío y pesadumbre.

El amor supera la noción elemental del sexo. Va más allá del acto carnal. Es la entelequia del deseo. Es la búsqueda insaciable de la estabilidad emocional. Es el laberinto de las miradas furtivas y de los abrazos fugaces. Es la vida en su dimensión nostálgica.

El amor también tiene rostro nocturno, aliento prohibido, salinidad en la exploración de los cuerpos encendidos, tentación permanente, cadencia en el furor de las caricias inacabadas, fantasía en cada historia que converge con finales de fatalidad, bullicio en la paradoja de la soledad.

Contenido externo patrocinado