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El Telégrafo

El aborto y el uso del sentido común

27 de julio de 2012

Hace un par de años, la Virgen de El Panecillo amaneció con un gran cartel que decía: “Aborto seguro. 099004545”. Era el colectivo “Salud Mujeres” que con esta acción pretendía re-significar los símbolos católicos para transmitir un mensaje: “Todas las mujeres tenemos derecho a decidir si continuar o no con nuestros embarazos”. Las reacciones fueron múltiples y se logró el objetivo: generar un debate en torno a la necesidad de proveer a las mujeres de información científica con el fin de evitar más muertes de ellas por abortos inseguros, practicados en la clandestinidad, y la necesidad de que las mujeres puedan  ejercer su capacidad de decidir autónomamente.

No deja de sorprendernos que en pleno siglo XXI aún no podamos llevar adelante un debate inteligente en torno a la despenalización del aborto y los derechos reproductivos de las mujeres. Los argumentos que se han expresado, a propósito de la discusión del tema en la Asamblea Nacional, tiene que ver más con la religión que con la salud pública. Tienen que ver más con las imposiciones de la Iglesia católica que con los necesarios argumentos médicos y científicos. Tienen que ver más con la moral que con lo jurídico.

Tienen que ver más con la hipocresía que con la educación sexual y reproductiva. Y tienen que ver más con el afán de escandalizar (mostrando imágenes y videos crudos) que con la necesidad de no cerrar los ojos y establecer políticas públicas para una sexualidad responsable. De ahí que la intervención de la asambleísta Rosana Alvarado haya resultado tan diferente.

En verdad solo hizo honor al sentido común. Pero fue suficiente para ubicar la discusión. La asambleísta solo dijo que “la sociedad (ecuatoriana) debe seguir madurando. Solamente con un debate continuo, sin que nadie se crea el juez de la moral y las buenas costumbres del otro, podremos llegar a una sociedad en donde sin tabúes, sin hipocresías, sin dogmas religiosos, respondamos a la verdad”.

Cuánta razón tiene la asambleísta. Ojalá los grupos que dicen defender “la vida” no sigan siendo fanáticos religiosos y morales con vendas en los ojos y el corazón. Los asambleístas deben ya dejar de legislar en función de sus dogmas e intereses personales, y peor invocar a la Biblia (o cualquier otro libro sagrado), para elaborar las leyes. Y como bien dice la asambleísta Alvarado, el Estado debe garantizar la vida de todas las personas y la persona existe desde que nace.

Antes debe cuidar y proteger al nonato; al que está por nacer. Yo no estoy diciendo, dice la asambleísta, que el feto de ocho o siete meses no tiene derecho. El óvulo fecundado no puede tener mayores derechos que usted o que yo. Algo que no es persona no puede tener los mismos derechos, el mismo cuidado, la protección de lo que sí es una persona, que es la mujer. Eso, nada más.

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