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El Telégrafo

El 9 de Octubre de 1820, entre la escuadra y el compás

10 de octubre de 2013

Hay un ingenioso video, cargado en You Tube en marzo de 2009, que bajo el nombre de: “Independencia de Guayaquil: trabajo masónico” recrea el 1° de octubre de 1820 cuando el general don José de Villamil y su amigo don José de Antepara organizaron una fiesta con la finalidad de comprometer a un selecto grupo porteño a luchar por la independencia de Guayaquil, entre ellos: el sargento mayor Miguel Letamendi, los capitanes León de Febres Cordero y Luis Urdaneta, el coronel Gregorio Escobedo, el doctor Luis Fernando Vivero y Toledo, el coronel Francisco de Paula Lavayen; los hermanos coronel Juan Francisco y general Antonio Elizalde La Mar, José Rivas, Manuel de J. Fajardo, José Correa y otros. Hacia la medianoche, estos patriotas dirigidos por Villamil juraron ante el Libro Sagrado y entre la Escuadra y el Compás, con la solemnidad de los talleres masónicos y dieron su palabra de luchar por la libertad. El visionario José de Antepara llamó a este juramento “La Fragua de Vulcano”, evocando al legendario Dios mitológico del fuego y la forja, hijo de Júpiter y Juno, cuyas manos fabricaron las armas de Aquiles. Pero era en  realidad la creación de una Logia Masónica de Ocasión con el único propósito de liberar a nuestra ciudad.

Enseguida, el Dr. José Joaquín de Olmedo y los patriotas conjurados guayaquileños, junto con los militares venezolanos miembros de la Masonería Universal y los miembros de la Logia Estrella de Guayaquil, cuyo venerable maestro era Don Francisco María Roca, planifican y llevan a cabo la revolución del 9 de octubre de 1820. Estos hombres, que  en sus talleres aprendieron a combatir la ignorancia mediante el estudio filosófico, de la ciencia y el arte; a combatir la intolerancia mediante la comprensión de las diferencias que existen entre los seres humanos; pero sobre todo a combatir las desigualdades mediante la defensa de los derechos que  tenemos todos a un buen vivir y a fortalecer las estructuras sociales y las instituciones que están al servicio de los pueblos, ahora tenían que, con sus vidas, poner en práctica la libertad, igualdad y fraternidad que profesaban.

Esta gesta del 9 de octubre, liderada por el genio del Dr. José Joaquín de Olmedo y el coraje de los conspirados en La Fragua de Vulcano, nos trae principios que son tan válidos ahora como lo fueron hace 193 años.

Su herencia dejó legados que son imperecederos: una revolución incruenta; la Primera Declaración de Independencia de nuestra ciudad; un modelo de gobierno autónomo y totalmente democrático; el Reglamento Provisorio Constitucional de Guayaquil que es la primera Constitución de lo que después sería el Ecuador Libre e Independiente; el primer ejército libertador de Quito, vencedor de Cone y Camino Real, pero tras ser derrotado en Huachi, se cubre de gloria con el pabellón azul y blanco en la Batalla del Pichincha el 24 de Mayo de 1822. Y por supuesto  Olmedo nos dejó la primera bandera y el primer himno a Guayaquil.

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