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Ecuador, 28 de Septiembre de 2024
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El Telégrafo

El 30-S en la memoria

28 de septiembre de 2013

Hay fechas que dejan huella en nuestras vidas y por eso podemos recordar con nitidez lo que hacíamos en ellas. El 30 de septiembre me disponía a regresar desde Quito a Guayaquil, junto a mi esposo. Al salir del hotel escuchamos a alguien que gritaba: “Por fin cayó, abajo Correa”. Aunque extrañados no hicimos mayor caso y al llegar al aeropuerto nos enteramos de que estaba cerrado y que los vuelos fueron cancelados.

Junto a otros frustrados viajeros permanecimos en una cafetería que funcionaba en ese lugar hasta cerca de las 3 de la tarde, mirando por la televisión los sucesos que se daban en el Regimiento de Policía. Tratamos de identificar entre los presentes a quienes pudieran estar de acuerdo con la asonada, pero, aunque algunos permanecieron en silencio, la mayoría condenaba  la revuelta, mencionando la obra del Gobierno y exaltando la personalidad del Presidente. Ya en forma conjunta, esperábamos el pronunciamiento de las Fuerzas Armadas, que finalmente llegó.

Como el resto de ecuatorianos, veíamos el esfuerzo popular por rescatar al Presidente. Ese fue el factor con el que no contaron los sublevadosRegresamos al hotel y a través de la cadena nacional de televisión asistimos a los atropellos a Ecuador TV, donde una horda penetró a la fuerza, rompiendo puertas. Admirable fue la actitud de los presentadores, quienes, con serenidad, continuaron informando.

El mensaje de los invasores no tuvo ningún significado y, poco después, fuimos testigos de lo que acontecía en el Hospital de la Policía, donde el presidente Correa, conducido por compañeros leales, debió refugiarse después de ser agredido por una turba.

Como el resto de ecuatorianos, veíamos el esfuerzo popular por rescatar al gobernante. Ese fue el factor con el que no contaron los sublevados. El pueblo salió a las calles a pelear por su proyecto y su gobierno.

Cuando finalmente se produjo el traslado hacia Carondelet, donde lo esperaban cientos de partidarios, miramos con horror cómo los disparos contra el transporte en que era conducido causaron la muerte del militar Froilán Jiménez. Los gritos pidiendo que asesinen  al Mandatario se oían claramente. Durante el día, en Guayaquil se desataba el caos ante la falta de control policial y se daban actos vandálicos en otras ciudades.

Después, ninguno de los instigadores o protagonistas de los atropellos asumió su responsabilidad. Pero nuestro pueblo, que actuó decididamente para derrotar el intento fascista, nunca lo olvidará.  

Ahora espera que se sancione a los culpables y que se reconozca permanentemente a quienes ofrendaron sus vidas para mantener la democracia.

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