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El Telégrafo

Educación nueva

04 de octubre de 2013

El sistema educativo nacional, denominado “medio”, fue concebido en un principio de prioridad excluyente o sea destinado para que los y las adolescentes y las y los jóvenes se preparen para su ingreso al nivel inmediato: el universitario o politécnico. De esa manera miles de nuestros compatriotas integrantes de varias generaciones quedaban o al margen de la enseñanza superior o, peor que ello, concurrían y hasta aprobaban carreras para las que no estaban debidamente orientados o muchas veces defectuosamente capacitados que degeneraban en situaciones de mala “praxis” profesional y, o, deserción y frustración académica.

Los bachilleres egresados de las aulas de los colegios, premunidos de un certificado de conclusión de unos estudios que solo les permitían precisamente la entrada a la Universidad, en su tiempo fueron víctimas del llamado examen de admisión que establecía, fundamentalmente, el acceso no de los capaces, más bien de quienes gozaban de influencia en los claustros del Alma Máter, sean éstas estatales o privadas, laicas o católicas.

Frente a esa nefasta perspectiva se levantó la “bandera de lucha” del libre ingreso que permitió la masificación universitaria, y quizá en su momento corrigió una injusticia histórica, pero en cambio disminuyó la calidad pedagógica en sus salas, ya de por sí precaria, pero con la enorme rémora de un discurso que buscaba básicamente satisfacer necesidades individuales y bastardas ambiciones partidistas, o en el mejor de los casos permitía la llegada a sectores populares de la sociedad, a la expectativa de una profesión, pero sin posibilidades exitosas de alcanzar la excelencia en el saber universal, ni cumplir lo que hace siglos Alfonso el Sabio en su libro “Las Siete Partidas” prescribió para la Educación Superior: Formación erudita, Investigación científica y Extensión social.

Empero, esta modalidad de estudios universitarios -aventurera, antes que ambiciosa, reñida con la realidad del Ecuador y el desarrollo educativo del Mundo- recibió la embestida de los cambios de Época sustentada en las exigencias sustanciales y normales que determina la responsabilidad inherente a una trayectoria científica técnica: potencialidades, conocimientos, actitudes y aptitudes de los postulantes, que procura la creación de un titular idóneo en las distintas disciplinas de la ilustración humana, comprometido con el crecimiento de la nación, y para ello se estatuyó la prueba de Aptitud Académica, que en la actualidad acaban de rendir cerca de 160.000 estudiantes graduados de bachillerato en nuestras fronteras y fuera de ella, con éxito.

Hemos visto y comprobado con mucha satisfacción -como antiguo educador- que el enfoque certero del diagnóstico de situación y los nuevos objetivos para la educación media y superior de nuestro pueblo, con gratuidad y categoría académica, con aprovechamiento positivo de los recursos materiales y humanos propios y del exterior, y la diversificación de los nuevos recorridos de la doctrina, combinados con la fundación de Entidades para las Artes y la Cultura, los centros superiores de formación para la nueva docencia, con las llamadas Instituciones para las Ciencias duras y la de Saberes ancestrales, son una realidad indiscutible. Y estamos ciertos de que los mejores productos de estas novísimas savias serán, luego, parte importante de la Academia de Ciencias en Yachay y, por tanto, el vislumbre de la patria del futuro cercano, aquella de hombres y mujeres del siglo XXI, científicos y técnicos, profesionales y tecnólogos de alta calificación, es verdadero.

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