La educación inclusiva y de calidad para que todos los estudiantes puedan estudiar hasta el final de bachillerato o hasta el límite de sus aptitudes es una condición indispensable para que se dé la tercera revolución educativa. Se requiere mucho esfuerzo para que no sea una letra muerta lo que dispone la Constitución de Montecristi en lo referente a la inclusión educativa.
El sistema de promoción escolar, las metodologías de la enseñanza, las estrategias organizativas de los procesos de aprendizaje, las adecuaciones curriculares ante las diferencias individuales y las necesidades educativas especiales, la infraestructura escolar y administrativa y la participación de los alumnos, los profesores y los padres, deben convertirse en elementos positivos al servicio de la educación inclusiva y de calidad.
De momento, algunas disposiciones que se han tomado van en dirección contraria y urgentemente debe corregirse lo dispuesto sobre la promoción, el proceso de observación de la clase y la orientación de la revolución pedagógica. En América Latina y el Ecuador el mayor agujero negro del sistema educativo que traga y desaparece las mejores intenciones de los gobiernos, estudiantes, padres de familias, profesores y las comunidades es la promoción escolar, que debiera llamarse de exclusión educativa, en la educación básica y el bachillerato.
El incumplimiento en determinada asignatura no debe impedir el flujo en las otras asignaturas en que se demostraron competencias. Este anacronismo, un verdadero asesino antipedagógico, todavía reina en los sistemas educativos excluyentes y colonizados, margina y alimenta la inseguridad social, que beneficia solo a quienes viven de esta tragedia y que no quieren compartir el trabajo digno, la alimentación, la educación y el poder. El segundo agujero negro de la educación es la falta de amor, de mística, por quienes más necesitan la inclusión educativa.
De acuerdo con María Cristina Cardona Moltó: “Para los alumnos con necesidades educativas especiales, la oportunidad de participar en actividades que caracterizan la vida en sociedad exigirá finalmente políticas de reforma educativa que no los contemplen como miembros de un grupo minoritario. Pero el movimiento para la educación inclusiva no transformará la realidad de un sistema educativo incapaz o no dispuesto a satisfacer las necesidades de todos los alumnos, si no va acompañado de cambios fundamentales y drásticos en la organización y didácticas escolares”.