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El Telégrafo

Ecuador vs. Chevron

21 de septiembre de 2013

En forma enérgica, el presidente Rafael Correa se dirigió al país para explicar que la petrolera Chevron, formada por la unión de varias empresas del ramo, entre ellas Texaco, es responsable de la mayor contaminación ambiental en nuestro país -y tal vez en el mundo- a causa de la actividad extractiva de crudo que en pocos años permitió a Texaco obtener pingües ganancias, a costa de la destrucción del hábitat de los moradores de la zona, que sufrieron múltiples perjuicios, incluyendo enfermedades mortales y problemas genéticos.

Es preciso que nos unamos  y desarrollemos una gran cruzada para no dejar impune un crimen que la prepotencia de Chevron insiste en desconocerEn el afán de no acatar la sentencia que obliga a la multinacional a compensar con 19 mil millones de dólares a las víctimas, Chevron incurre en gastos millonarios para desprestigiar a Ecuador y a su sistema judicial. Como es habitual en estas megaempresas, ha conseguido el apoyo de su país de origen, Estados Unidos, para conseguir, con su poderoso “lobby”, que los congresistas norteamericanos tomen medidas contra Ecuador, como la no renovación del Atpdea -que es una recompensa por el control al tráfico de drogas-, hasta tratar de involucrar al actual Gobierno en un proceso judicial según el cual tendríamos que pagar decenas de millones, a pesar de que los daños causados son aún visibles, como lo demostró el presidente Correa en el inicio de la campaña “La mano sucia de Chevron”, que expondrá ante el mundo los estragos sufridos por nuestra Amazonía y sus habitantes.

Todos hemos lamentado el fin de la iniciativa para mantener intocado el Yasuní. La decisión de explotar el petróleo en una milésima parte de ese territorio, ha provocado reacción nacional y mundial en ciertos círculos que condenan al país y a su Gobierno por utilizar tales recursos en beneficio de la población, especialmente de esos territorios. Qué bueno hubiera sido contar con el apoyo de campañas de prensa y movilizaciones a nivel mundial, de parte de esas entidades ecologistas internacionales y de la gran prensa que ahora cierra filas para condenarnos. Posiblemente sus gobiernos habrían atendido ese clamor y entregado los mínimos recursos compensatorios que Ecuador exigía.

Ahora es preciso que todos -excepto los agentes abiertos y encubiertos de la petrolera- nos unamos, al margen de nuestra filiación política, y desarrollemos una gran cruzada que concite la adhesión de los pueblos, a fin de no dejar impune un crimen que la prepotencia de Chevron insiste en desconocer, agravado por la malévola campaña contra nuestro pequeño pero digno y soberano país.

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