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El Telégrafo
Mauricio Maldonado

El eterno retorno de lo mismo

18 de septiembre de 2018

Además de la frase que Nietzsche tomó de Mainländer, “Dios ha muerto”, no hay nada más famoso en su obra que la idea del “eterno retorno” (que tampoco es, por cierto, original: era ya parte de la filosofía estoica). Esta concepción del tiempo, que en Nietzsche evoca la idea de que todo lo que ya pasó pasará siempre en una repetición incesante de momentos y sucesos, suele ser usada, generalmente, en su sentido metafórico, casi siempre para referirse a los ciclos que se repiten. En este sentido, la metáfora del eterno retorno –aunque quizás ya demasiado gastada– es muy poderosa e ilustrativa.  Me ha venido a la mente esta idea pensando en la historia del Ecuador, sobre todo en su historia reciente: el último período democrático y sus antecedentes, para ser preciso. El Ecuador predemocrático (el Ecuador de la dictadura militar) y el Ecuador del último período democrático (que empezó con la presidencia de Jaime Roldós). Este período, que incluye dos booms petroleros, muchas revueltas, profundas crisis y derrocamientos, ha estado marcado por una sucesión de gobiernos de muchas tendencias diferentes, y por la vigencia de, al menos, cuatro textos constitucionales distintos.

En esta historia se pueden encontrar las huellas de un país que se repite. De una Constitución a otra, de una crisis a la siguiente, de una tendencia a otra, cada una con la promesa de refundar el país, de una protesta, rebelión o defenestración, de abusos de poder y componendas. Con honrosas excepciones (Roldós, Borja y Durán-Ballén), las prácticas típicas del autoritarismo, las prácticas antidemocráticas, han sido una constante penosa. Nunca, sin embargo, en los niveles del gobierno socialcristiano y del gobierno correísta. Más todavía en este último. El ataque a las libertades fundamentales, a los movimientos sociales, la criminalización de la protesta y la corrupción se presentan como rasgos salientes de una década oprobiosa. Hoy, a pesar de algunos avances necesarios, del hecho de que el nuevo gobierno haya enterrado buena parte del viejo régimen, seguimos viendo disputas para tomarse la justicia, pactos soterrados. Todo mientras quienes más abusaron del poder se dan golpes de pecho y cantan a viva voz una versión pueril de “Bella ciao”, una canción antifascista (es decir, contra los enemigos de las libertades). La historia de siempre: los que acapararon todo el poder, después de un breve “lavado de cara”, vuelven como hipócritas salvadores patrios, el eterno retorno de lo mismo.  (O)  

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