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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Ecuador en el mundo

26 de abril de 2014

Una vez más el presidente Rafael Correa ha puesto el nombre de Ecuador en los noticieros internacionales. En esta ocasión, su gira por España tuvo especial resonancia debido a que la Universidad de Barcelona lo declaró doctor honoris causa en uno de los mayores días de celebración catalana, el de Sant Jordi, que está dedicado desde hace muchos años a honrar al libro y la lectura, en el cual es tradicional el obsequio de un libro y una rosa.

Quizás por ser una más de las distinciones de igual nombre que se le han otorgado en varios países, no se ha destacado en la forma que debería el significado de la entrega de tal presea a un dignatario de un pequeño y, hasta hace poco, casi desconocido país. Por regla general, y sobre todo en Europa, hay un encubierto menosprecio a quienes no son nativos del continente, salvo en los casos de que se trate de personas provenientes de Estados Unidos y Canadá, y un preconcepto folclórico, en el peor sentido, acerca de los gobernantes del Tercer Mundo. El honor dispensado al Mandatario ecuatoriano es por ello más significativo.

Un amigo extranjero me envió desde España la grabación del discurso del Presidente en la Universidad de Barcelona, acompañado de un “Viva el Ecuador y su Presidente”, que me conmovió, sobre todo porque confirmó el nuevo momento para nuestro país desde la visión de ciudadanos de otras latitudes. Cuando Correa hablaba acerca de las nuevas universidades creadas por su gobierno en función del cambio de la matriz productiva y de esta orientada al Buen Vivir colectivo, sus palabras eran las de un académico-estadista, es decir, de alguien que posee el conocimiento y la capacidad para realizar el cambio histórico que prometió a su pueblo.

Destacar los méritos de nuestro gobernante por su decisión de impulsar la educación en términos no conocidos hasta hoy en Ecuador, desde sus primeros niveles hasta los superiores, no es un acto protocolario sino un reconocimiento a quien valora en forma debida el papel que esta juega en el proceso de eliminación de inequidades sociales, procurando la igualdad de oportunidades a todos los sectores, lo que constituye la esencia de la democracia.

Los reconocimientos de muchas universidades y la entusiasta acogida de esos centros académicos muestran el fracaso de las campañas mediáticas que en forma sincronizada han tratado de falsear su imagen y desempeño. La verdad prevalece finalmente por encima de las maniobras de los sectores retardatarios y de sus aliados.

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