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El Telégrafo

Duro para Maduro

25 de abril de 2013

Nicolás Maduro no es Hugo Chávez, él mismo lo aclaró en su momento, cuando dijo: “Yo no soy Chávez, hablando estrictamente de la inteligencia, del carisma, del vigor histórico, de la capacidad de conducción, del don de mando y de su grandeza espiritual”. Los problemas para Maduro empezaron desde que Chávez lanzó sobre sus hombros la pesada carga de ser su heredero político, antes de morir.

Sus opositores, encabezados por Capriles, tenían que aprovechar la oportunidad que se les presentaba, y lograron, a través de una campaña más agresiva que la anterior, en la cual Chávez ganó por un margen de casi el 10%, acortar la distancia con el chavismo.

En las recientes elecciones, Maduro ganó estrechamente con 7’575.506 votos (50,78%), 1,83 puntos porcentuales más que Capriles, que logró 7’302.641 votos (48,95%).

Estas cifras dan a entender que, definitivamente, el chavismo de los últimos meses ha perdido popularidad y que, aun dentro de los sectores menos pudientes, existe desencanto.

Venezuela, como economía, ocupa el trigésimo tercer lugar entre los países del mundo, con 912.050 kilómetros cuadrados de territorio y una población de apenas 28’459.085 habitantes (31,2 por km cuadrado), la que, en un 97% y ya en  2010, residía en zonas urbanas. Su tasa de crecimiento en  2012 fue 5,7% del PIB y el ingreso per cápita, 13.200 dólares.

Es altamente dependiente de productos agrícolas importados, ya que su agricultura apenas representa el 3,7% de su producto interno bruto. Los servicios representan el 61,1% y la industria, el 35,3%, cuyos productos son: el petróleo, los materiales para la construcción, los alimentos procesados, los textiles, el acero, el hierro, el aluminio, el ensamblaje de autos, las farmacéuticas y las papeleras.

Es una nación donde, todavía en 2011, el 31,6% de su población se ubicaba por debajo de la línea de la pobreza. Su economía fue deficitaria en 17,5% del PIB en  2012 cuando su deuda pública alcanzó la mitad (49%) de su PIB, empujando hacia una inflación del orden del 20,9%.

En otras palabras, es un país donde todavía queda mucho por hacer, con unas diferencias e injusticias sociales forjadas durante décadas de gobiernos neoliberales y entreguistas, sobre las que la Revolución Bolivariana trató de validarse, intentando reducirlas con un relativo éxito.

Por su parte, Maduro deberá demostrar que tiene inteligencia y fuerza política capaces de superar los actuales problemas sociales, teniendo ahora el mayor de los retos: gobernar en una Venezuela polarizada y con serias dificultades económicas.

Si políticamente Maduro no toma en cuenta esas realidades y continúa errático en el ejercicio del poder, que no nace ya de un amplio apoyo popular; si continúa propiciando el enfrentamiento en lugar de abrir espacios para el diálogo, está claro que debemos esperar una Venezuela inmersa en la ingobernabilidad o en la que se entronizarán la represión y la violencia, con graves consecuencias económicas, políticas y sociales.

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