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El Telégrafo
Leonardo Vicuña Izquierdo

Dos visiones de país

09 de marzo de 2016

En medio de circunstancias difíciles provocadas por el poder capitalista mundial, que incide en los precios de las materias primas de nuestros países, incluido el petróleo, que el mundo industrializado consume; de las políticas monetarias devaluatorias de varios países y la desaceleración de la economía china; y de la camisa de fuerza de la dolarización que restringe severamente la política económica, se ha iniciado un debate sobre dos visiones de país, la neoliberal o de capitalismo salvaje, y la revolucionaria, que apunta al socialismo, como modelo de equidad y justicia social, productivo, redistributivo, soberano y ecuatoriano.  

El debate está delimitado; por un lado, por la decisión de las fuerzas políticas del cambio de defender lo que se ha logrado en esta década y por otro, por la decisión oligárquica continental de impulsar a todo rigor la restauración conservadora para la recuperación del poder, auspiciada por el mundo financiero, y poderosos medios de comunicación, ONG, movimientos y partidos, y pequeños grupos políticos, sindicales y gremios, que tienen dirigentes desleales y utilitarios, que tendrán que rendirles cuenta a sus bases.

La posiciones están definidas; la una, el capitalismo de rapiña que explota a los  trabajadores, concentra la propiedad, está asociado al capital internacional, se apropia de la mayor parte del ingreso nacional, vende soberanía y  subdesarrolló el país, así como sostuvo un modelo económico primario exportador, con atraso industrial  y dependencia tecnológica.

Este modelo, del pasado, de miseria y dependencia se basó en el “libre” mercado” y “libre” competencia, privatizaciones y  concesiones a diestra y siniestra; tratados de “libre” comercio, que afectaron a productores nacionales, un Estado raquítico, sin capacidad de planificación, regulación y control;  política social de caridad y manejo económico subordinado al  FMI y Banco Mundial, con “ paquetazos” de medidas antipopulares, fomento de la especulación, “sucretizaciones” y atracos bancarios, con sus respectivos “salvatajes” que los paga la población.

Todo esto en un marco de latrocinio de los dineros públicos, prácticas productivas depredadoras, descontento social, inestabilidad política y conflictos permanentes; y de una política internacional sometida a los intereses de EE.UU. y del G-7.

Es el modelo de la vieja partidocracia que con variada argumentación,  impulsan Dahik, O. Hurtado, Nebot, Lasso y otros responsables de las crisis desde los 80.

La otra impulsa un modelo democrático e incluyente que debe sostenerse con el apoyo de las fuerzas democráticas y revolucionarias, que  exige de ellas  una adecuada coordinación, defensa de las reformas y conquistas logradas; supone descentralización y desburocratización, un Estado eficiente, que gestione servicios públicos de calidad y el manejo transparente de los sectores estratégicos; construya con firmeza el poder popular y la democracia participativa, el Estado  plurinacional e intercultural.

En este son indispensables las revoluciones agrario-rural, urbana y laboral, para la economía productiva, amigable con la naturaleza, equidad social, desarrollo industrial diverso que busca, con la infraestructura que se ha construido y la adopción, difusión y  uso de las tecnologías más avanzadas.

Este modelo es de naturaleza justo y equitativo; solidario y de paz en lo  internacional.

Su vigencia supone claridad de ideas, fuerza y gestión política eficiente y democrática,  sólida organización y un verdadero Partido político.

Rafael Correa, Lenín Moreno, Jorge Glas, Ricardo Patiño, Gabriela Rivadeneira y otros tienen gran responsabilidad en este empeño.  (O)

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