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El Telégrafo

Dos historias, dos lecciones

02 de mayo de 2013

Terminó el mes de abril que, para el Ecuador y América Latina, más que perfumes primaverales trae recuerdos teñidos de sangre. Cierto que entre nosotros el día 13 de abril es fecha de gloria, por ser el natalicio de Juan Montalvo, símbolo de genio creativo y de pasión por la libertad, pero este mes también nos recuerda el tenebroso asesinato de Milton Reyes, líder universitario, en 1970, cuando era ministro de Defensa Jorge Acosta Velasco, denunciado por Philip Agee como agente de la CIA.

Abril fue también, en 1961, el mes del asalto a Cuba en Bahía de Cochinos por un batallón de mercenarios de origen cubano, domesticados, entrenados y armados por la CIA, solo para rendirse cobardemente a las 24 horas. Y especialmente, abril es el mes de uno de los más inicuos actos intervencionistas del Pentágono, cuando 40 mil marinos norteamericanos invadieron en 1965 la República Dominicana, pequeño territorio caribeño -la quinta parte del territorio ecuatoriano-, que a la sazón contaba con apenas cuatro millones y medio de habitantes.

La invasión tuvo por finalidad frenar la revolución popular que había estallado contra el gobierno títere impuesto por los yanquis, una vez derrocado en 1963 el presidente Juan Bosch, que representaba la dignidad del país y era resuelto defensor de su soberanía y declarado amigo de la Revolución Cubana. Lo de siempre: miles de muertos y heridos, prisioneros torturados y patriotas lanzados al exilio. Todo  mientras la falaz OEA servía de taparrabos a los impúdicos invasores. La invasión a la República Dominicana nos repitió la lección que América Latina aprendió en Guatemala en 1954: que el imperio del dólar es implacable frente a los procesos revolucionarios, sin detenerse en la invasión, la guerra y el establecimiento de sanguinarios títeres cuando ve afectados o amenazados sus descomunales intereses.

Cobijada en esta historia dominicana, hay una pequeña pero elocuente historia ecuatoriana. Tomamos el diario capitalino El Comercio, edición del domingo 7 de mayo de 1965, un mes después del gigantesco asalto mencionado. Leemos este titular de escándalo: “Un comunista ecuatoriano dirigió sublevación roja en República Dominicana. Se trata de Jaime Galarza que estaba en las guerrillas del Toachi en 1962 y fue quien dirigió el movimiento terrorista en el Ecuador hasta que se inició la revolución dominicana”. El engendro periodístico publicado por El Comercio tenía su origen en Río de Janeiro, y traía el sello de USIS, la agencia noticiosa norteamericana, vinculada a la Casa Blanca y a la CIA, como todo el mundo lo sabe.

Al día siguiente de aparecido el engendro, el padre de Jaime Galarza, doctor Rafael Galarza Arízaga, distinguido parlamentario, periodista y catedrático de la Universidad Central, acudió a la redacción del diario y pidió que se aclarara esta malévola información, pues su hijo nunca estuvo en la República Dominicana, se hallaba perseguido con saña por la dictadura que imperaba en el Ecuador (la Junta Militar dirigida por el contralmirante Ramón Castro Jijón) y la versión norteamericana podría tener funestas consecuencias para el inculpado. El Comercio ofreció publicar esta aclaración y, pese a la insistencia del Dr. Galarza, nunca lo hizo. Seguramente para el periódico tenía más valor la versión de USIS y la CIA que la palabra de un ecuatoriano conocido y respetado por todos.

Una breve historia que tiene algún interés público, y una lección más sobre lo de siempre: para los grandes medios privados, la tan cacareada libertad de expresión es pura paja.

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