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El Telégrafo

Dos canciones alfaristas

26 de enero de 2012

Esta columna cambia de ropaje por ahora. Hoy se viste de poesía al publicar dos poemas de Jaime Galarza Zavala: Primero, “Cantar de un negro que fue soldado”, publicado por primera vez en el poemario “La Flor y el Fusil” (1967); el segundo, “Alfaro”, que apareció en la obra “Línea Imaginaria” (1989). Los dos muy recordados en estos días en diversos planteles secundarios al cumplirse el Centenario de la Hoguera Bárbara.

CANTAR DE UN NEGRO QUE FUE SOLDADO

Yo fui soldado de Alfaro,
un negro de las montoneras 
que un día se levantaron
para liberar su tierra.
Hoy tengo ya ochenta años
y voy bajando la cuesta,
dejando tras de mis pasos
una morena ya vieja.
Me voy llevando la dicha
de que toda mi existencia
cuidé de la libertad
como quien cuida a su negra.
Tras mi General estuve
y con él marché a la guerra
a borrar la noche oscura
para que el alba viniera.
Y cada vez que sonaron
nuevamente las cadenas
que Eloy Alfaro y los negros
combatimos en cien guerras,
he limpiado mi machete,
he dejado a mi morena
y he concurrido puntual
tras de mi roja bandera.
Y eso pese a que es muy poco
lo que ha ganado mi mesa,
pues no bastan manos libres
para llenar la cazuela.
Hoy tengo ya ochenta años
y aunque fuera más la cuenta,
si la libertad me llama,
por ella iré a la pelea.
Pues ella, para los negros,
es la más hermosa negra,
aunque uno tenga cien años
y aunque uno tenga su negra.

ALFARO

De modo que te fuiste,
Viejo terco.
A galope de sangre,
a caballo de vida.
Tú que abriste una puerta
en las tinieblas,
un bocado de aire
en plena asfixia,
una lluvia de manos
en mitad del desierto.
Te fuiste, Viejo terco.
Desde entonces
todo esto huele a huérfano,
a jardines marchitos,
y el jardinero muerto.
Mas como eres así,
peleador y porfiado,
te veremos volver
a caballo de aurora,
a galope de vida,
Viejo terco.

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