Muchos esperaban que Donald Trump dejase vacante su puesto en la Casa Blanca. Sin embargo, sigue anunciando sus intenciones de lograr su segundo mandato como presidente de Estados Unidos. Cuando asumió el cargo por primera vez en 2016, algunos esperaban que sería cuestión de tiempo hasta su renuncia. La tarea de presidente es más difícil que cualquier otra cosa que haya hecho en su vida.
Cuando ya se vio que no iba a renunciar, muchos creyeron que sería destituido. Si obstruyó la investigación sobre su campaña o alentó a Rusia a piratear el servidor de sus rivales, a Trump no se le ha juzgado por delitos graves ni por delitos menores. Su destitución es tarea del Senado. Y como la cámara está controlada por republicanos, no les interesa atacar al líder de su partido.
Como no fue destituido, muchos esperaban que la economía hiciese esa tarea. Desde el inicio de su mandato, los economistas auguraban una época negra para la economía. Puede que ellos tengan razón a largo plazo. Sin embargo, por ahora la economía está en buen momento y el desempleo está en torno a un 3,6%, el mínimo en un período de casi 50 años.
Además, Trump tiene la ventaja de que los presidentes de EE.UU. casi siempre son reelegidos. Solo cuatro fueron rechazados para su segundo mandato el siglo pasado. Y aunque algunos estén consternados por su admiración por Vladimir Putin o su defensa de los supremacistas blancos, muchos están ocupados con sus vidas como para dedicar demasiada atención a la política.
Sería imprudente suponer que Trump no será reelegido. No podemos dejarnos engañar por sondeos que dicen que solo 44% apoya su trabajo como presidente. Las encuestas son poco fiables y no pueden predecir qué sucederá en los más de 500 días que quedan hasta las elecciones presidenciales de 2020.
Sin embargo, en noviembre del año pasado acertaron. Las elecciones de medio mandato devolvieron el control de la Cámara de Representantes a los demócratas. Por ello, todos los que aún tienen esperanza, no deberían desesperarse. (O)