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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Divino tesoro

01 de octubre de 2014

Lo dice el poeta: “¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer”. Todos quienes hemos entrado de lleno en la ‘Segunda mitad de la vida’ miramos con nostalgia la época en que nos divertíamos sin freno, éramos rebeldes e intensos y podíamos trasnochar hasta el amanecer del otro día sin que el estrago físico y familiar llegara a mayores.

No recordamos, como suele suceder, los aspectos difíciles de aquellas épocas: las torturantes penas de amor. Las obligaciones, perfilándose peligrosamente. La angustiosa necesidad de responder a nuestros mayores o sencillamente romper con todo para demostrarles que éramos individuos autónomos. Y en el fondo de nuestra alma, todavía, esa inocencia que nos llevaba a creer en la fácil consecución de los ideales, como si en el mundo no existieran suficientes viejos en contra. Como dice una vieja canción catalana de Joan Manuel Serrat: “Éramos cuatro rapaces, no sabíamos nada de las lágrimas que mueven el mundo…”.

Los jóvenes, sobre todo los chicos, siempre han sido utilizados como carne de cañón para cientos de causas, buenas o malas, que en el mundo se presentan.   

Las historias de guerra están repletas de “héroes niños”, que lo son precisamente por haber muerto en la flor de la vida entregándose a unos ideales más allá de las expectativas de cualquier ser humano. La patria, la religión, la lucha contra la injusticia o la desigualdad se han cobrado demasiadas vidas jóvenes a lo largo de la historia. Los viejos nos quejamos con frecuencia de lo mal que está la juventud actual en relación con la nuestra, pero todos los discursos de líderes colocan a los jóvenes en un lugar preponderante. A ellos se dirigen. De ellos se espera que se comporten como pequeños adultos, que sean responsables y serios, que cumplan normas y reglas, pero por si eso no fuera suficiente también se les pide lealtad, sinceridad, integridad… y sobre todo un contingente humano que nos acompañe y aúpe en diversas causas. Que levanten su voz los jóvenes. Que sientan la injusticia y peleen contra ella los jóvenes. Que se duelan de la miseria los jóvenes. Que salgan a las calles los jóvenes. Que impidan el alza de pasajes, los jóvenes. Que hagan sentir su ira, los jóvenes. Que tiren piedras mientras otros esconden las manos, los jóvenes. Que vayan presos, que sean acusados y vejados, que mueran en nuestro lugar, si es necesario… los jóvenes. Aunque, cínicos, nos llenemos la boca diciéndoles que son el futuro.

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