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El Telégrafo

Distintas fases de una revolución

24 de febrero de 2013

El contundente triunfo electoral de Rafael Correa, 56,68%  de los votos con 89,66% de las  actas computadas, en primera vuelta y contra 7 opositores de  Alianza PAIS, contrasta con el 3,31% de la  Unidad de las Izquierdas  que pregona una revolución profunda.   

Ante esta singularidad, cabe recordar el discurso de Fidel Castro en 1971 en el Chile de Allende, cuando disertó sobre las distintas fases de la revolución, y reconoció que  en la lucha contra Batista entre los objetivos inmediatos no estaba, ni podía ser, una revolución socialista. “Eso habría rebasado el nivel de conciencia política de la sociedad cubana y el nivel de las posibilidades de nuestro pueblo en aquella fase. Pero era el máximo de programa social y revolucionario que en aquel momento nuestro pueblo podía plantearse”.

La revolución es un proceso por fases, cuyo desarrollo provoca impaciencia de los revolucionarios. Esto obliga a examinar cuál es el nivel de conciencia política y de posibilidades reales de lucha, a riesgo de caer en un “revolucionarismo retórico” en expresión del sociólogo Atilio Borón, quien dio en Quito una conferencia en el IAEN titulada “El mapa geopolítico de América Latina y el Caribe y la Celac”. Según él, los regímenes de Chávez, Morales, Correa y Ortega son reformistas radicales;  los de Uruguay, Brasil y Argentina, de centro izquierda, siendo la Revolución Cubana la única consolidada en la región.

Lo entrevisté en su hotel para ahondar en la aparente contradicción. Me aseguró que “Pepe” Mujica no pudo proponerse entre sus objetivos inmediatos una revolución socialista, pues rebasaba el nivel de posibilidades, y me refirió a su “Estudio Introductorio Rosa Luxemburgo y la crítica al reformismo socialdemócrata”, resaltando la convicción de esta revolucionaria  sobre el vínculo “inescindible” entre reforma y revolución social: la lucha por las reformas es el medio; la revolución social, su fin.

El binomio Acosta-Caicedo era un serio contendor, pero irrealista por maximalista. Su propuesta electoral era más anti que proactiva, para desmontar logros de la Revolución Ciudadana sobre la base de interpretaciones cuestionables. Y sus alianzas, a la postre, le fueron infieles en el voto. Sé de izquierdistas serios que no votaron por Acosta por su maridaje político.  

Es hora de unir esfuerzos con ánimo crítico hacia una nueva fase de construcción de un socialismo propio, impulsando nuevas rupturas antisistémicas, y profundizando la revolución, especialmente en pro de la soberanía alimentaria con prioridad a la agricultura campesina.

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