La discriminación por orientación sexual le ha costado la vida y dignidad a millones de personas durante siglos. Esto es algo que no hay que cansarse de decirlo, porque el prejuicio no cesa, pese a que este país y otra veintena alrededor del mundo aprobaron el matrimonio a parejas del mismo sexo, incluyendo la adopción en su mayoría; las garantías de protección de familias homoparentales o de identidad de género a personas trans; y la aplicación de penas por delitos de odio hacia LGBT.
Pero veamos esto desde otra óptica. Moneticemos la discriminación por orientación sexual e identidad de género: la homofobia y la transfobia. ¿Cuánto le cuesta a este país o al mundo ese prejuicio? Un cálculo divulgado en 2016 arrojó la cifra de $ 119 mil millones por año.
Es la suma de variables vinculadas al despido, salarios diferenciados; la reducción de productividad de empresas o entidades públicas; el no acceso a una educación de calidad o dejarla; el trabajo informal, sin seguro y beneficios a familias y parejas; la no atención adecuada de servicios de salud; leyes y normas restrictivas que coartan derechos para el desarrollo, plenitud y felicidad de LGBT; hijos que no pueden ser reconocidos por sus padres, etc.
¡$ 100 billones le cuesta a la humanidad su prejuicio! Varios pensadores o economistas libertarios, liberales -de la libre circulación de capitales-, pero restrictivos en libertades civiles, menosprecian los derechos LGBT. Erick Lamontagne, investigador de NN.UU., desarrolló el Índice de clima de homofobia mundial, que arrojó esa cifra. Pero también entidades como el Banco Mundial lo citan.
La postura de esta entidad generó cuestionamientos en teocracias y países del tercer mundo, que lo consideraban parte de una “agenda gay”. Sin embargo, la discriminación institucionalizada contra LGBT, mujeres, migrantes, etnias u otros, afecta a las sociedades y a su productividad. Porque no hay igualdad de oportunidades, se menosprecia talento, conocimiento y mano de obra calificados. (O)