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El Telégrafo

Dignificar la política

14 de noviembre de 2012

Otra contienda electoral se avecina en nuestro país. Para ello, las agrupaciones debidamente calificadas por el CNE afinan sus dardos con la intención de definir postulantes. A más de las presidenciales, en febrero de 2013, se terciará por los integrantes de la Función Legislativa. Es en tal dimensión en donde centraré mi análisis.

Precisamente, con el afán de conformar las listas de asambleístas, las tiendas partidarias han acelerado -en los últimos días- la tarea de selección de cuadros, ya sea por consulta a la militancia o a través del criterio de sus cúpulas dirigenciales (aunque las mismas digan lo contrario). Las primarias -requisito elemental en la decisión mayoritaria- no han sido debidamente procesadas y, al parecer, tan solo quedaron en un simple formulismo puertas adentro de cada entidad política.

En esa depuración de nombres y rostros se replican reprochables procedimientos que pretenden captar la voluntad popular con la inscripción de candidaturas que provienen de la farándula, el fútbol y el entretenimiento mediático. Desde luego, nadie niega el derecho que tienen las personas para intervenir en la vida política, más aún cuando reúnen los derechos civiles y constitucionales del caso. Lo preocupante es reducir la concepción democrática a la sola obtención de votos (propensión populista), lo que se conoce como afán electorero, obviando la inclusión de perfiles instruidos y probos.

En ello hay algo sustancial: esos candidatos/as deben tener la suficiente preparación académica y profesional, y la noción básica de la tarea política (en donde  sobresale el accionar legislativo y fiscalizador) para asumir una curul en el otrora Congreso Nacional. No se trata únicamente de  ser personajes conocidos/as, sino, que, a más del carisma humano, deben tener una cabal comprensión de la aplicación de las leyes y de la implementación de políticas públicas.

Es lamentable que los movimientos y partidos recurran reiteradamente a tan cuestionado método eleccionario interno. Hay que considerar que en la campaña electoral la ciudadanía tomará en cuenta las propuestas de cada aspirante a asambleísta. Entonces me pregunto, ¿qué van a exponer dichos candidatos/as?: ¿Las reglas de juego del rey de los deportes? ¿Los ángulos que se aplican con las cámaras de TV? ¿Un repertorio de chistes? ¿El libreto de una determinada telenovela local? ¿Sugerencias al momento de lucir en la pasarela?

Parte de la responsabilidad del potencial legislador es dignificar la política desde esta institución estatal. El asambleísta debe ser una persona letrada en la estructura del Estado y en asuntos de interés colectivo, cuya palabra encarne los anhelos populares.

Para el efecto, el debate de preceptos y fundamentos políticos, filosóficos, jurídicos, económicos, sociales, etc., se convierte en la principal manera de responder a tan alta representación. A esto se suma un elemento fundamental: la convicción doctrinaria que resulte del ideario de la bandera política en la que se encuentre cobijado. ¿Estos requisitos cumplen los novísimos candidatos/as provenientes de la pantalla chica, el gramado y el espectáculo? Ojalá el pueblo sepa responder con sabiduría en las urnas, por el bien de la patria toda.

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