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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

Diciembre en el corazón humano

02 de diciembre de 2014

El presente mes congrega un acumulado de contradicciones -entre la tradición y la modernidad occidental-, como efecto de un sistema en el cual prevalece una fuerte carga materialista, mientras desempolvamos el árbol, los bombillos, las guirnaldas y las luces decorativas. Es la apología del capitalismo en su más descarnada versión, en cuyas entrañas se revela la paradoja humana, en donde la riqueza se contrapone con los verdaderos valores que emanan de la fecha navideña. La Navidad es un gran negocio para el capitalismo, reflejado en las vitrinas y escaparates; en el espejismo y la bambalina que prevalece en medio de los trancones y aglomeraciones.

Si bien es el advenimiento de un emotivo suceso de repercusión cristiana, en la actualidad las condiciones distan de tal hecho, ya que los nuevos templos paganos, esto es, los centros comerciales, reemplazan a los santuarios de fe. Es perceptible confirmar la desmedida actitud de las personas en relación a la compra de obsequios. Es la paranoia de los regalos, en una sociedad que fomenta el tener antes que el ser.

En este obsesivo movimiento económico se ponen de manifiesto fuertes intereses de marcas de artículos y firmas comerciales que invierten ingentes recursos, con el afán de obtener posteriores ganancias -ahora con estrategias como las jornadas de descuentos-, sumada la avalancha publicitaria que beneficia de manera directa a los medios de comunicación masiva. Es todo un círculo vicioso, que replantea el estado y la actitud del hombre en relación al respeto, al compañerismo y a la solidaridad, en tanto, es absorbido por el mercado de consumo.

¿En tal escenario, la Navidad tiene una revalorización en su esencia histórico-social? Pues de ninguna manera. Al contrario, se profundizan las desigualdades entre potentados y desposeídos, desnudando una realidad que tiende a ser invisibilizada por el poder político, para lo cual se configura una comunidad idealizada en el consumismo, desde los patrones culturales predominantes.

De tal manera, se reduce la significación poética de la nacencia de Jesús en el pesebre de Belén: con la paja de manto y el olor puro de campo; en circunstancias de sencillez y alborada, de contemplación y humildad, de regocijo y ternura.

No hay que olvidar que la Navidad tiene una interrelación estrecha con la niñez que se identifica plenamente con aquel episodio que permite el cántico de villancicos y la degustación de golosinas. Es una fantástica temporada en el inocente mundo infantil.

Pero, en tal contexto, ¿cuál es la valía de la Navidad? Respondo con las palabras llenas de esperanza que confiere Leonardo Boff: “La fiesta de Navidad, tan íntima y familiar, nos invita a superar, al menos en esta noche mágica, el uso de la razón calculadora, siempre al servicio de los intereses. Hoy es día de olvidar los intereses, de hacer sitio a la razón emocional, que no quiere comprar ni vender nada, sino solamente sentir al otro y convivir con él en la alegría de estar juntos, en familia, intercambiando presentes y amabilidades. Entonces emergen valores que siempre estamos buscando, sueños de vida transparente, sencilla y libre, sueños que tanto agitan nuestro imaginario”.

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