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El Telégrafo

Deus ex máchina

20 de julio de 2012

Uno debe asombrarse de la humildad de los físicos. No dejan los instintos más racionales y mundanos en presencia de lo divino. Es gracias a esa humildad cuántica que hemos podido dar ese salto cualitativo a nuestra modernidad tecnológica y superar el oscurantismo místico de las aberraciones mentales como consecuencia de una inquisición científico-moralista. Es también gracias a esta humildad que pudieron desarrollarse independientemente los cultivos metafísico y filosóficos de los Espinozas y los Hegels.

Es decir, permitieron la división del hombre platónico: unos se revuelcan en las deliciosas mundicias de lo material y corpóreo; otros los hacen en el umbral del mundo de las ideas. En este afán de racionalidad, los físicos han dedicado su tiempo a comprender la naturaleza de la materia, la naturaleza misma del universo; un porqué a ese orden anárquicamente meticuloso de las composiciones subatómicas, seres casi divinos por su omnipresencia y, en algunos casos, incorporeidad. Una duda existencial que ha corroído tanto la mente de presocráticos, como de posmodernistas.

En la década de los 70 los científicos inventan un exitoso modelo universal del todo elemental, denominado “modelo estándar”. Una divina composición matemática situada en dimensiones casi místicas y llena de nombres exóticos. Dentro de esta ecuación del todo (que no incluía ciertos elementos de nuestro aparente universo infinito como, por ejemplo, la gravedad) se encuentra una esquiva pieza que no permite cerrar el rompecabezas cuántico: el bosón de Higgs.

El bosón de Higgs es planteado por Peter Higgs (y como una decena más de científicos olvidados por la mezquindad de la historia) como un adéndum a un trabajo corto originalmente enviado a la revista Physics Letters. Lo interesante de este residuo físico es que calzaba perfectamente en el “modelo estándar”. Es más, permite que el “modelo estándar” funcione tan armoniosamente y explica cómo partículas sin masa den como resultado partículas con masa. No, al parecer la masa no es una propiedad intrínseca de la materia para los físicos. Una bofetada para los platónicos.

El único problema con este modelo es que el bosón de Higgs no existe. O, por lo menos, no hasta hace pocas semanas cuando parecieron haber encontrado esta escurridiza entelequia. La verificación de este hallazgo (pasarán algunos meses hasta que finalmente verifiquen todos los datos; la inmediatez informativa que reina en nuestro periodismo moderno al parecer es incompatible con las ciencias) podrá cerrar un capítulo de la física, minúsculo ante la gigantesca realidad universal.

Cierra una teoría que abre una incógnita más amplia: ¿por qué es el lenguaje matemático el lenguaje del universo? ¿Por qué esa cualidad celestial de estas ficciones racionalistas? ¿Por qué, en definitiva, se lanza Guillermo Lasso para presidente? La licencia poética dirá: Deus ex máchina.

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