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El Telégrafo

Desnivelados para pensar

19 de septiembre de 2012

Si le preguntan ¿qué número representa mayor valor: un séptimo (1/7) o un catorceavo (1/14)? ¿Qué contestaría? ¿Acaso que 1/14 porque 14 es más que 7? Así respondió la mayoría de estudiantes del décimo año de básica de un colegio de Guayaquil.

Resulta, sin embargo, que si divide un pastel de cumpleaños en 14 pedazos y recibe uno (1/14) será definitivamente más pequeño que si lo divide en 7 pedazos (1/7). Aún después de esa explicación, incluso gráfica, apenas dos estudiantes se convencieron de que 1/7 es mayor que 1/14.

Tal experiencia no se dio en una clase de matemáticas sino en una para trabajar habilidades cognitivas superiores, justo aquellas que fueron evaluadas por el Senescyt a nivel nacional en la prueba de admisión para bachilleres aspirantes a ingresar a la universidad. Solo el 43% de los aspirantes pasó la prueba en febrero. El resto tuvo la oportunidad de hacer cursos de nivelación en los que tampoco están logrando superar sus “desniveles”. Y es que el desnivel no está solo a escala universitaria, ni siquiera del bachillerato, sino mucho más atrás.

En el ejemplo anterior, la cantidad que representan los quebrados es un concepto matemático básico para operar sobre las proporciones y pone en juego una habilidad cognitiva o de pensamiento que no le pide al cerebro recuperar un dato que se ha repetido y memorizado sino que le pide razonar. Junto a esta habilidad matemática existen también la lógica y la verbal que forman parte de un conjunto que la ciencia llama habilidades de pensamiento  superior porque es el grado más alto que se puede alcanzar tras pasar por varios estadios de desarrollo.

Este pensamiento superior es la herramienta humana que hace progresar la ciencia, por ello es necesario que opere en quienes van a la universidad; pero este no se genera espontáneamente al crecer, sino que se construye a través de procesos de mediación, o sea de educación. Un proceso que comienza no unos meses antes de la prueba de admisión a la universidad, sino que se da desde el preescolar.

El niño aprende sobre las proporciones manipulando primero objetos enteros, luego los parte en dos pedazos, en tres, en muchos, después los dibuja, los representa con números, con signos y así, ya adolescente, su cerebro no operará más con los objetos que manipulaba sino con los símbolos de estos.

El pensamiento precisa, asimismo, del lenguaje para desarrollarse porque es el material con el que se construyen los conceptos. Un material que no está hecho de palabras sin conexión, sino que tiene una estructura; con él se construye no solo mundos ficticios sino la lógica de la realidad. Si los estudiantes no cuentan con ese material de construcción el desarrollo de su pensamiento se verá limitado. Si no entienden lo que leen y no saben expresarse claramente en lo que escriben, ¿qué construirán?

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