Y un día las palabras de Salvador Allende, antes de morir en La Moneda, se transformaron en premonición cumplida. Se abrieron las grandes Alamedas para que pase “el hombre libre para construir una sociedad mejor…”. En eso están los chilenos por estos días.
Así vienen buscando el cauce “les gilet jaunes” en la Francia de Macron, los votantes argentinos que le dijeron basta a Mauricio Macri, la reciente caída del uribismo en los principales centros urbanos de Colombia y hasta la creciente tensión social que se va esparciendo por España entre barricadas independentistas y el resurgimiento de un fascismo cuyo músculo durmió por décadas. Buscan liberarse de las ataduras de desigualdad.
Asistimos a una crisis más del capitalismo de consecuencias inusitadas todavía. Los modelos se van derribando. El poder entra en discusión, los gobiernos son interpelados por legiones de hombres y mujeres de a pie, cuando recuerdan que también hay vida fuera de los smartphones, con los riesgos que eso conlleva.
La incesante llegada de inmigrantes, que desembarcan a diario en Europa, genera nuevos desafíos. Asistimos al fracaso estrepitoso del neoliberalismo. El desordenado y desesperado intento de Gran Bretaña por plasmar el Brexit va en esa dirección al punto tal de interpelar la construcción europea, después de 26 años.
La ausencia de herramientas políticas en todos los casos asusta. Ya no es un problema de modelos, de si socialismo o conservadurismo. El caso más palpable es Chile. Muchos en esa multitud que ganó las calles no saben qué es ni qué fue el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), pero viven bajo una Constitución, heredada de la dictadura pinochetista, que no contempla salidas ante una crisis institucional en la que acaba de caer el presidente Sebastián Piñera.
Gobiernos que se ocupan en cosas nimias, como el caso recurrente de Jair Bolsonaro en Brasil, mientras su sociedad es una de las más desiguales del mundo, deberían encender las alarmas y terminar de admitir que la pobreza es el principal factor de riesgo y que nos aqueja aquí y allí es “la desigualdad, estúpido...”. (O)