Publicidad

Ecuador, 27 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

Descenso a la barbarie

18 de mayo de 2013

Todo conflicto bélico representa un retorno a primitivas formas de crueldad, ya que se pierden conductas y reglas adquiridas a lo largo de nuestra marcha civilizatoria.

En el proceso guerrero van esfumándose las normas de bondad, compasión, respeto, que han tardado tanto en imponerse. La destrucción de vidas es, cada vez más, extensiva a núcleos ajenos a la conflagración -los llamados daños colaterales-,  contra los seres más vulnerables: niños, mujeres, enfermos, ancianos. 

Junto a aquello sufren daño irreparable obras construidas que tienen a veces data de siglos; su destrucción implica la pérdida de invalorables testimonios que, a través de milenios, ha acumulado la aventura humana sobre la Tierra.

El siglo XX fue testigo de dos guerras mundiales y del mayor acto de violencia registrado por la humanidad: el doble bombardeo atómico sobre Japón. Se dieron cientos de conflictos de “baja intensidad”,  en  los que no fueron ajenas las prácticas más atroces de violencia; Vietnam llega a la memoria.

Los pueblos que conformaban el cinturón de colonias de las metrópolis capitalistas emprendieron  guerras de liberación, lográndola  sobre miles de muertos y torturados. Cada paso colectivo de avance en la adquisición de derechos ha estado marcado por el sufrimiento de millones, que lo diga Mandela en Sudáfrica. Pero los más terribles infortunios ocurren cuando se libran luchas fratricidas, en las que se enfrentan hermanos de la misma etnia, raza o pueblo. La guerra civil española costó un millón de muertos y sus heridas, 70 años después, aún no cicatrizan. La de los Balcanes, que destruyó Yugoeslavia, ejemplificó los extremos a los que puede llegar la ferocidad humana.

Casi todos los conflictos han sido desatados por las grandes potencias hegemónicas y sus afanes de dominación, recrudecidos por su declive histórico. Así en Afganistán, Irak, Libia y actualmente en Siria, donde se repite el libreto usado en los anteriores. Sus reales  promotores y actores están fuera y la geopolítica que los anima es la dominación absoluta de la región, con Israel como punta de lanza.

Se menciona en forma insistente el uso de armas químicas, como pretexto para una intervención abierta. 

Destaca, entre otras noticias, la de que un “rebelde”, después de matar a un soldado sirio, le arrancó corazón e hígado para comerlos, marcando con ello su descenso veloz a la animalidad.

Ya Rosa Luxemburgo advirtió  que la opción es  entre socialismo  o barbarie.

Contenido externo patrocinado