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El Telégrafo
Guido Calderón

Desborde turístico

12 de octubre de 2014

Cuentan que al ingreso de una ciudad estaba siempre un anciano al que los caminantes le preguntaban: -¿Qué tal es la gente de esta ciudad? –Cómo era le gente donde antes vivías? –repreguntaba. –Allá la gente era mala y envidiosa. –Aquí es igual respondía el anciano.

Otro caminante le preguntaba lo mismo y el anciano hacía la misma repregunta. –Allá la gente era buena y amable. –Acá la gente es igual, respondía el anciano.

La palabra turismo no para de ser pronunciada y usada en forma recurrente en todos los entornos sociales, económicos y políticos. Las poblaciones están ilusionadas con esta política de Estado, las campañas promocionales, la movilización al interior del país ha aumentado considerablemente gracias a las mejores carreteras que brindan accesibilidad, seguridad -relativa- y menores tiempos en los traslados.

Sitios que eran desconocidos o reductos de unos pocos privilegiados amantes de la naturaleza, repentinamente se abarrotan de visitantes que transforman y alborotan la vida de los residentes, rebosan la capacidad de los servicios básicos y generan situaciones poco agradables.

El ser descubiertos como un nuevo destino turístico a más de visitantes, también convoca a nuevos vecinos que desde lejos vinieron y encontraron en el turismo de ese sitio nuevas oportunidades de negocios, que los residentes nunca las vieron y usufructúan con mayor rentabilidad lo que antes fue de uso casi exclusivo de los moradores iniciales.

Ciudades pequeñas experimentan crecimientos explosivos sin la planificación urbana adecuada y aumenta repentinamente la demanda de servicios básicos, como el agua potable, que no es barata ni rápida de instalar, por lo que en vez de nuevos barrios se forman barriadas donde todo está en construcción.

Detrás del turismo viene una gran movilidad. Personas de las grandes ciudades, donde es difícil el éxito económico, el costo ambiental es alto y la salud emocional se deteriora con rapidez, están cambiando su residencia a ciudades pequeñas donde encuentran mejores oportunidades y, dado que internet nos conecta al resto del planeta, ya no es necesario residir en las grandes urbes para hacer cosas importantes a nivel nacional o internacional.

Ciudades donde todos saludaban con todos, donde se conocía a cada vecino, repentinamente se llenan de desconocidos y la buena vecindad la tienen cuesta arriba.

La paradoja del turismo es que se sueña, planifica, invierte y lucha tanto por atraer turistas, y cuando estos vienen en gran número -que es lo que todos esperan- los residentes son los primeros en no adaptarse al nuevo estado de su cantón, lleno de visitantes ruidosos y uno que otro peligroso, pues los delincuentes también son atraídos por la publicidad.

El turismo y la movilidad seguirán creciendo y hay que planificar las ciudades, no solo para los turistas, sino para el Buen Vivir de todos quienes vivan en ellas.

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