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El Telégrafo

Democracia de bufones (reprise)

16 de noviembre de 2012

Es el circo guacharnaco y la tropicalidad. Es el show de bufones y la fiesta de saltimbanquis políticos. Es, una vez más, tiempo de elecciones. El espectro de elección solo se agranda. Adicional a la acostumbrada ración de tecnocumbieras, estrellas del prime time, ex glorias, hijos de la vergüenza y cínicos repetidores, ahora podemos alinear a leyendas vivas de la Selección, con el doble reto que conlleva el superar las arcaicas barreras raciales y sociales, y probarse en la arena política como algo más que una buena foto. Cierto, también podemos elegir un banquero que ha abusado del “Manual del candidato perfecto”. Como si no fuera suficiente con aquellos que siguen perpetuando el rol de los “que se vayan todos” y nunca terminaron de irse.

No quiero caer en el despotismo ilustrado. No puedo dar un prototipo del asambleísta idóneo ni del concejal perfecto. Pero sin duda la inoperancia no estará dentro de la lista de cualidades. Tampoco la subordinación de principios. Podríamos incluir oficio, una noción (aunque sea) básica del fundamento constitucional vigente, algún tipo de experiencia política y una relación estrecha con la comunidad.

Y la ventaja de la figura representativa dentro de la Función Legislativa es, precisamente, la heterogeneidad que llega a representar dentro de la propia diversidad nacional. Pero “El más querido del Ecuador”, nuestro propio Gerardo Morán, tiene a su haber muy poco para desquitar los casi $ 290.000 embolsados por los cuatro años de su gestión legislativa. ¿Músicos para representar a los artistas? Ni una sola iniciativa enfocada hacia las artes.

Claro que la ineficacia no está reservada solo a él. Pero las candidaturas de imagen generan inconvenientes ligados directamente a la calidad de su postulación. Absorben la discrecionalidad del electorado y la focalizan en su imagen. Esto es el propósito general del candidato, con la diferencia de que esta es una imagen muda. Ni la esperanza de una falsa promesa.

Y con esto también desvían la atención de aquellos candidatos que sí se suben a las tarimas con propuestas y, eventualmente, terminan por irrespetar, los candidatos improvisados, la buena voluntad del mermado electorado reflexivo. Perpetúan el chovinismo electoral que nos ha llevado a la entropía legislativa de la que creíamos haber salido, pero a la que parece que estamos muy ávidos por regresar.            

Borges hablando sobre Twirl sugirió que “planear una asamblea que representara a todos los hombres era como fijar el número exacto de los arquetipos platónicos”. La representación como ficción necesaria no puede deteriorar la legitimidad democrática de la propia representación. Que estemos en nuestro derecho constitucional de postularnos no significa que debemos hacerlo irresponsablemente. No podremos encontrar el arquetipo platónico; no permitamos, sin embargo, que se sentencie al animal político.

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